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I
Ily

Érase una vez, en un lugar realmente lejano, en una tierra lejana, en un pequeño pueblo lejano a todo aquello que conocemos, donde existe todo aquello que quisiéramos que el mundo fuese, una pequeña niña que había cumplido sus 16 años.

Era la niña más bella de toda la aldea, y muy probablemente de toda la tierra del sol. Tenía cabellos negros, largos y finos como la noche, piel de chocolate, ojos que se comparaban con perlas negras, tenía la figura que cualquier diosa envidiaría y un nombre que los dioses de las tierras de Quetzalcoatl y Zeus le habían concedido. Se llamaba Ily.

Según las leyes de esa aldea, ella tenía que escoger un novio de una lista que los sacerdotes le hacían de acuerdo a lo que ella necesitaba; un hombre fuerte, inteligente y con un buen sustento económico para poder darle todos los tesoros que ella merecía.

Había jóvenes de muy buen ver, y muchos eran los hijos de los líderes de la aldea; el hijo del líder militar, el hijo del líder de ganadería, hasta el hijo del consejero del sumo sacerdote. ¿Por qué eran ellos? Cabe mencionar que esa niña era la hija de la reina de la aldea y nieta de un legendario rey.

Todos esos jóvenes le enviaban regalos de lo más extraordinarios. Desde un unicornio de las tierras de Astaroth, hasta un elefante de las tierras de Grishna. Incluso uno de esos jóvenes le regaló un diamante de hielo de las tierras de Azgar.

El problema era que, como ella no sentía nada por ellos, ni amistad puesto a que no los conocía, no podía aceptar esos regalos. Era la ley. Ella no opinaba en contra de eso, le daba igual. No le interesaba ningún regalo ostentoso, ni un palacio, ni un ángel caído para esposo. Ella quería algo más, pero no sabía que quería. Algo si era seguro. La vida de princesa no le daba muchos amigos.

Claro, eso no impedía que tuviera libertades.

Ella no era como las demás princesas de las otras tierras. Muchas deseaban ser como ellas, pues ella salía a explorar las montañas, lagos, ríos, y todo lo que rodeaba y estuviera más allá de la aldea.

Había una montaña por la cual ella sentía curiosidad de subir, pues siempre lo comentaba a su madre que le sorprendía ver nubes realmente blancas en el día, y que en ocasiones, lograba a ver luces por las noches.

Su madre le contó que ahí, según una antigua leyenda, había llegado un hombre las tierras de buda, de allá donde el sol nace, que había escapado de ser prisionero de unos hombres de las tierras de donde nació el trigo para pan, para luego perderse en nuestras tierras. Que según, al suplicar a nuestros dioses, ellos les concedieron protección a cambio de que vigilara esa montaña. Dicen que el había aceptado, y lo protegieron convirtiéndolo en un ser vivo pero que no se movía. Aun no sabían que había ahí. Pero sea lo que sea, ha de ser algo realmente hermoso ya que de noche se ven esas hermosas luces que pareciera que hay pequeñas aldeas de hadas ahí.

-¿Pero porque tanta curiosidad por esa montaña?
-Me llama la atención su soledad y belleza mutuas. Me gustaría saber que hay ahí.
-Bueno, te entiendo. Solo dime cuando tienes planeado ir. ¿De acuerdo?
-Si.
-Por cierto, Ily, según las leyes del pueblo, ya debes escoger un novio.
-¿Por qué? Ni uno de ellos me agrada. Son tan vanidosos. Sienten que se puede ganar el cariño de una mujer con miles de regalos. Ni si quiera sé como son, y no quiero vivir como la princesa de las tierras de Alá. Su novio la tiene como una prisionera en eso que los de esos lugares llaman “harem”.
-Lo sé, hija, te entiendo. Pero no puedes hacer nada contra las leyes.
-¿No puedes cambiarlas?
-No, ni los sacerdotes pueden. Eso ya está impuesto desde tiempos remotos, y ya nadie puede des hacerse de esas leyes. Lo único que se puede hacer es ignorarlas, pero nadie se ha atrevido.
-Entonces seré la primera.
-Hija
-Mamá. Por favor. No me pidas que me case aún. No quiero casarme tan joven, quiero vivir diferente, ser diferente.
-Lo sé.
-Mamá. Lo primero que haré para demostrar eso, será escalar esa montaña y ver que hay ahí.
-Está bien, hija. Sólo déjame avisarte. En el camino hallarás cosas que jamás habías visto. En el bosque encontrarás seres hermosos y tenebrosos, leales y traicioneros, buenos y crueles. No te vayas por la apariencia, pues no sabrás lo que te harán. También, según mi abuelo, en medio del bosque los dioses se reúnen para los problemas de las tierras y en ocasiones para festejar. Al igual encontrarás demonios, algunos bondadosos, otros malvados. Cuídate de ellos.
-Está bien. Lo tendré en cuenta.
-Está bien, hija. ¿Y cuando piensas ir?
-Mañana mismo.
-Está bien hija. Cuídate.
-Lo haré mamá. Una pregunta. ¿Cómo sabes todo eso y por que me dejas ir? Papá nunca lo hubiera hecho.
-Bueno. En ese aspecto, nos parecemos mucho.
-Gracias.
-Que te diviertas hija. Ese viaje te ayudará a aprender muchas cosas, y quizá conozcas a alguien que realmente ames.
-Mamá
-Era broma. ¿A que hora saldrás mañana?
-Lo más temprano que pueda.
-Está bien. Solo sal por donde los guardias no te vean.
-Bien.

Al día siguiente, antes de que el gallo cantara, Ily tomó una maleta para explorar, un sombrero y algo de comida para la travesía. Empezaría su primera gran aventura.

Salió hacia el patio de su palacio, se dirigió hacia las murallas traseras para treparlas y salir hacia su aventura.

Texto agregado el 11-07-2005, y leído por 114 visitantes. (0 votos)


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