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Poco tiene que ver con alcohol, pero precisamente así es como viene a mi mente; desfasando tragos de cerveza tibia es como mejor puedes saber cuando se mimetiza el silencio con el temblor de unos codos amoratados, como inundados en recuerdos.

El quería llamarse Francisco, pero tendrá que ser Benedicto, como el Papa, está decidido y no hay vuelta atrás. A veces se te atora algo en la garganta y padeces la desesperación del ahogo, pero realmente no llegas a dimensionar que por causa de esa tos podrías morir. Igual pasa con la gente, alguien se clava en tu mente y tienes tiempo suficiente hasta para ignorarle, la duda asalta, pero no sabes y prefieres no imaginar si justo ahí podría estar la gotita de saliva que te ataca…”-fue rápido e intenso-“vamos, así es la tos. (No olvido que una vez alguien me dijo que además del dinero, el amor es como la tos, por más que intentes no lo puedes ocultar).

La tarde eterna, mirada inmensa y palabras que no llegan a tiempo cuando se trata de decir algo relajante. Un tipo con tremenda cara de cabrón y mirada de niño, algo incomprensible para alguien que piensa que está escuchando hablar a una boca llena de veneno (el veneno se diluye con saliva y se bebe despacito, lamiendo o mordiendo acompasadamente, tragando miradas y robando alientos). Benedicto llegó por la mañana a meterse en la vida de María, era sábado y justo se habían cumplido cuatro años desde la primera vez que se vieron. Cambiaron un poco, cada uno sabrá cuanto cree que cambió el otro; necesitaron más de un segundo para reconocerse y menos de una hora para enredarse en sabrá Dios cuantos litros de veneno. María no se atrevía a abrir los ojos por que al verlo no conseguía evitar el vértigo, el impacto era tremendo, estaba desconcertada y embriagada en sudor y movimiento, él sencillamente se iba perdiendo en una complicidad tan grande que podría olvidar por la mañana. Benedicto duerme vigilando el sueño acompasado en la otra cama.


Aeropuerto de trivial tamaño, el problema es la distancia. María confesada, expuesta, sola, franca, curada de zozobras y satisfecha como el que sabe que no entiende nada. Olvidó su agenda, un poco adrede, un poco sumida en la prisa cotidiana, ella que siempre tiene todo bajo control ahora está sentada esperando en la estación con un sabor a nada que le sube desde el meñique hasta la quijada; recibe una llamada y sabe que él está ahí, sabe que es verdad y de pronto comienza a reír burlándose de su propio nerviosismo, un gusto abrumador le enreda al verlo.

Comienza la historia del sábado por la mañana, María confirma que no nació para ser guía de turistas, se instala en una piel caprichosa que se encuentra con una más delicada, entre tanto, hace una pausa y se desabotona la coherencia para guardarla en lo mas profundo de la maleta. Olvida un poco de todo y solo sabe lo que le permite el oxígeno robado de la otra boca, respira y se sumerge en el aroma que se entrecorta con la violencia de las ganas. De ayer a hoy no queda nada, todo cambia.

Cuando llegas tarde a una peli y la trama va algo enredada puedes comenzar a imaginar la parte que no viste o simplemente no saber y encontrar a alguien que sabrá de otras tantas, si lo intentas te hablará de ellas y sabrás que no tiene sentido preguntar acerca de la preferencia ante el destino o voluntad, podrán guardarse secretos y anhelar al mismo tiempo un trozo de nada. Benedicto palidece ante la paz rebasada, ser cómplice de alguien desconocido funciona igual que las jaquecas en la resaca, sabes que lo que las provoca es un estado envidiable y sensaciones casi indescriptibles, pero es inevitable necesitar algo de silencio y calma, agua fresca y un sitio para recuperar el equilibrio. María piensa que no conseguirá dormir con esa tos que la asalta.

Coincidir, bella palabra, tremendo concepto.

La habitación está revuelta y no parece inmutarse en ningún momento, esas paredes se convierten en masa atemporal y en trinchera, todavía hay luz afuera. Alguna especie de curiosidad los lleva a caminar por la ciudad, resulta pequeña, gótica, gris y curva; ajena y caprichosa: ninguno de los dos vive ahí, tampoco anhelaban conocerla, simplemente esa oportunidad se presenta. Algo menos de cuarenta horas para llenar de coincidencias, ella se pregunta entonces si esto es un paréntesis o un parte aguas, si todo seguirá como hasta entonces o si alguno decidirá ir a buscar su suerte, casi siente nauseas. Pregunta sin respuesta, palabras sin voz.

Después de despedirse seguirán viajando y sin nada que los pueda detener, algo por ganas, algo por obligación. El irá hacia el anhelo de ambos y seguramente después le contará detalles, ella cumplirá con el itinerario de lo acordado y seguirá flotando en la nata de la decisión.

(Esa mañana tuvo un sueño fugaz y aterrador, un sueño inevitable, no recordaba la velocidad con la que podía inundarse en nostalgia y estallar, el temor desapareció al meterse entre los brazos de un cómplice sorprendido por algo más que un simple reflejo. La observaba dormir cuando vio una lágrima atravesar su rostro, sintió ganas de abrazarla y llorar con ella. Resultaba innegable que al final del día el tren partiría.)

No siempre la voz alcanzapara enmudecer a la distancia y cubrir de piel esa presencia, casi como si un momento sirviera para calmar las ganas y desaparecer la sospecha, para no necesitar gritar un –No me sueltes-.

Texto agregado el 25-06-2005, y leído por 149 visitantes. (1 voto)


Lectores Opinan
23-09-2005 jajaja, muy bonito. Me parece que me estoy enganchando a sus textos, y es una jodienda, porque ya tengo demasiadas adicciones. Tendre que dejar los pepinillos elcorinto
12-07-2005 un relato de amor urbano en una ciudad oscura. Algo complejo. Reconcomiosapiens
27-06-2005 Aitana es un relato largo en el que te dire que tendre que leerlo de nuevo, pues me ha confundido.. intuyo que empiezas en primera persona, y despues cambias a tercera,,,,volveré a él, esta hora de siesta no es la mejor... besos ruben sendero
 
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