En cuestión de segundos se pueden destrozar relaciones amígales o sentimentales y el daño que estas dejan a su paso pueden ser irremediables. Hay que buscar culpables y nunca lo somos nosotros, si hay que indicar a alguien ese es el mundo, pero nosotros no tenemos nada que ver. Irreparablemente perdemos a las personas por nuestros actos y tardamos muchos años en reconocerlo si es que alguna vez somos conscientes de hacerlo. Cómplice es nuestro orgullo y nuestra débil razón que vendada en lo superficial no valora lo sentimental y cuando la vida nos golpea ya es demasiado tarde para decir : lo siento, te falle.

Arrepentimientos que tal vez lleguen o quizás se escudillen ante ilusas excusas son el tropiezo para salvar una situación que a grita a viva voz un s.o.s, mal entendidos.