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Al compás de mi último paso, la aguja de mi reloj marcó las veinticinco horas y media.
Finalmente había llegado a mi destino, me encontraba solo, en una parada de autobuses, solo con el viento que traía los sonidos fantasmas de las horas anteriores./

Iluminado únicamente por la luna y la intermitencia de un farol que se suponía, era el vigilante de la zona, mi vista quedo fija en el horizonte oscuro, que dibujaba una línea negra, tan negra que hasta se podía escuchar.
Mi anhelo se centraba en un evento que rompiera ese silencio tan oscuro, lo deseaba tanto que mis manos comenzaron a sudar./

Por un momento, quise que el cielo fuera un espejo gigante, en el cual pudiera ver reflejado ese autobús aproximarse, conocer perfectamente su ubicación, el tiempo exacto que tardaría en detenerse frente a mi, el tiempo que llevaría la puerta en abrirse, y el tiempo que le hubiera tomado a ella bajar, mirarme, extender sus brazos hasta hacer contacto. Pero el cielo no me ofreció tal fantasía, mas sus estrellas permanecían sonrientes, como si me invitaran a tener esperanza seguir esperando, y de hecho, seguí esperando./

Quien sabe cuanto mas pasó desde la última vez que me preocupó la hora, mis adentros gritaban con todas las fuerzas, me golpeaban las paredes internas del estómago, no se querían callar, cuando en dos instantes y sin pensarlo, algo adentro se congeló, y fue congelando milímetro a milímetro todo mi ser, hasta envolverme y fijar mis ojos nuevamente en el horizonte…... la parada de autobuses estaba congelada….el horizonte se levantó de su silencio./

Parecía mentira, se sentía en el ambiente un olor a pérdida de la razón, todo estaba confuso, incoherente, pero real. Los imponentes ojos iluminados del autobús incrementaban su tamaño e intensidad y yo permanecía congelado./

Tenía la puerta enfrente de mí, no la podía ver directamente, el sonido del motor del autobús se daba a golpes con mis gritos internos, la puerta comenzó a abrirse, el aire a mi alrededor era tan frío y denso que apenas y podía respirar, la puerta iba a mitad del camino, la vista se me nubló, la puerta estaba completamente abierta, mi cerebro estaba en estado líquido./

Los músculos en mi rostro comenzaron a reaccionar solos, al momento que vi como del autobús comenzó a bajar un hombre con escasa población de pelo, el cual, ya se había tornado gris, al parecer por el tiempo que este señor llevaba en el planeta. Mis voces internas estaban en completo silencio, mis pulmones, corazón, páncreas e hígado eran entes ajenos a mí./

El señor terminó de bajar del autobús, las puertas se cerraron, el autobús continuó el camino que comenzó y vi como las luces rojas traseras del autobús, se llevaban todas mis esperanzas. El señor se detuvo frente a mí y su rostro reflejó con exactitud las mismas emociones que yo sentía, pude ver como sus ojos se cristalizaron mientras me observaba fijamente, como deseando estar en una pesadilla, suspiró con todo su sentimiento, me dio dos palmadas en la espalda, levantó su cabeza y comenzó a caminar, hasta perderse en el oscuro y silente horizonte./

Me levanté de mi asiento y comencé a caminar por donde había venido, siguiendo la rutina de hace una cantidad de días que mi cabeza había dejado de contar, tenía que estar listo, para el día siguiente, esperar de nuevo, esperar a ver como se deforma el silencio del horizonte./


Texto agregado el 20-06-2005, y leído por 93 visitantes. (0 votos)


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