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Era de noche. El halo de una luz de neon del Súper parecía adquirir por momentos un aspecto un tanto fantasmal.

“Esa pardita del Súper”, decía Taco cuando estábamos terminado de cenar en su restaurante. Mi señora comenzaba a apoyar el tenedor sobre la mesa al levantar la mirada hacia él; a mi me distraía el sonido de la bocina del coche al pasar frente al restaurante.

-A si, ya sé decía Graciela; la que cada vez que vamos ahí pasa diciendo “tiene una monedita, don”, decía cuando giraba la cabeza en búsqueda de los ojos de Taco y, mi mano se apoderaba de la copa del tintillo.

-¿Sabe lo que hace?, nos decía Taco; el sabor del tintillo todavía lo podía saborear en mi boca.
-No, le contestaba mi señora en dicho instante; se limpiaba la boca con la servilleta.
-Al llegar la noche se lleva la mercadería que la gente por piedad le da; y el gordo acerca una silla de madera de la mesa próxima. Se sienta.

-¿Y…? atino a decir, ya la atención de nosotros él la tenía.
- Los otros días una cajera, la habrán visto, rubia de unos 20 y algo de años, flacucha.
Ya lo mirábamos atentamente; de costado apreciaba la imagen de un comercial que se trasmitía por el canal de televisión local.

-Le dio lástima, entró al super y le compró un litro de leche y un pan, nos decía Taco; una pareja de alrededor de unos 40 años asomaban la cabeza por el ventanal, mirando hacia dentro del local en que estábamos.

-¿Saben, lo que hace la pardita al final de la jornada?; Graciela ya encendía su cigarrito clásico, mientras yo depositaba la copa del tintillo de nuevo sobre la mesa.

-No, atino a decir, ya lo mirábamos fijo.
-Se lleva todo lo que la gente le da por lástima y lo vende en un almacén que tiene en “Cuarenta semanas”; nos decía todo eso al momento que limpiaba sus lentes de lejos.
-La pardita que tiene los cuatro niños de no más de cinco años junto a si, uno de ellos le da el pecho, le decía cuando comenzaba a entrar dos comensales al negocio.

-La misma, cuando la cajera que le mencione hace un ratito le entregó la leche y el pan; esta lo tiró a la calle; nos decía mientras nos observaba con sus ojos grandes y negros.

-¿Y que hizo la cajera? preguntó Graciela; ya tenía su copa del tintillo en la mano.

-Entro al Super y se puso a llorar; nos terminaba de decir cuando los dos comensales que habían ingresado al local se retiran.

-Uhhh, atiné a decir; mi vista se posó sobre parte del noticiero de la noche.

-Sus compañeras se acercaron y le preguntaron -¿Qué te pasa?
-Ella no quería decirles, hasta que no se aguantó más y les dice lo que había hecho; Taco ya se levantaba para servirnos la ensalada.

Nos miramos con Graciela, al momento de servirle otra copa de ese tintillo tan sabroso.

-¿Qué herencia para el gobierno?, le atino a decir a ella.
-La gente pide mucho, hay mucha necesidad de cambio; un hilo de humo se perfilaba por su rostro.

Taco nos deposita la ensalada sobre la mesa.

-¿Y que pasó Taco, con la cajera?

Taco se acomoda en la mesa, ya en confianza y nos relata lo que sigue a continuación


-El policía, vio que hay uno dentro siempre; el lente de Taco cae grácilmente sobre su nariz.

-Al escuchar dicho relato salio del Super y la echó.

-Sabe Don Taco, le digo; la ensalada la dejo como esta; -Se espera mucho de este gobierno, atino a decir.

Texto agregado el 14-06-2005, y leído por 105 visitantes. (0 votos)


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