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Para un solo lector

Recuerdo que tú me dijiste, en una noche de sombras ocultas en el tintero de las verdades a cuestas de lo inevitable, una frase que resumía toda una vida de sobresaltos y de nocturnidades, de espejismos tangibles que nos aglomeraban junto a los nombres infaustos de historias perdidas escondidas en alguna pared siempre antigua que construía nuestra ciudad despedazada. Recuerdo que me decías algo como “La cantina es el paraíso”. Verdad absoluta por cierto. Aunque recuerdo con gusto aquellas tendenciosas palabras tuyas, no puedo evitar ese temor que me impide dibujar una sonrisa a pesar de aquellos buenos momentos que compartimos juntos, sobre todo con aquella mujer de tremebundo nombre “Amalia”, recuerdo con nostalgia aquel espíritu inquieto y su rostro sorprendentemente bello. Si pues, como recordaras, si lo recuerdas aún, esa noche me dijiste que el paraíso tenía un lugar específico en nuestro sacrílego centro de malsanidades y que la noche siempre es un buen momento para liberar a nuestros demonios. Pero el caso está en que yo sé que tú no recuerdas una parte de la historia en donde, asaltado por la inconciencia, dejaste que un demonio tuyo te asesinara. A veces las cosas no salen como uno realmente quiere, a veces las circunstancias suelen ser crueles e intoxicadas de rabia y oscuridad. Pero previamente, instantes anteriores a la inconciencia, me contabas sobre tus planes siempre al margen de la legalidad absurda, tu gran devoción a las imágenes santas, a las casonas viejas y malolientes, toda tu discrepancia con la realidad y tus grandes consensos con lo establecido al momento de tomar una decisión y no caer en la irracionalidad. Pero notaba que poco a poco tu rostro iba cambiando de expresión, supongo yo que por causa de los tragos, pero tu mirada iba siendo cada vez más profunda, iba perdiendo el brillo de la vida y se iba oscureciendo con la negritud de la muerte y de las nubes grises del infortunio incrustado en tu corazón presuroso, ibas transformándote, los limites iban ganando terreno en espacios prohibidos, el vaso comenzaba a temblar en tus manos, las paredes podían moverse en vaivenes constantes que hacían caer los recipientes del repostero, por momentos mirabas al cantinero durmiendo sobre un charco de sangre, escuchabas gritos endemoniados que transcurrían disonantes en tu mente enloquecida, de pronto mirabas a tu alrededor como la gente trataba de escapar sin poder llegar a la puerta con vida, era un espectáculo siniestro e inspirado por alguna alma macabra que escribía un poema a la destrucción, era todo brumas y gritos ensordecedores, eras tu que querías librarte de ti mismo, hasta que perdiste la conciencia, y es justamente allí donde no recuerdas una parte importante de aquella noche, es justamente en ese momento donde aparece Amalia y su nombre tremebundo. Era bella y a la vez tan espantosa, era como la muerte que miraba de reojo a su victima siguiente, así era ella, y se acercaba cada vez más y más hacia tus brazos, su mirada era muy fuerte que parecía introducirse en tus más secretos deseos y temores, tu te quedaste pasmado y sin fuerzas para seguir con tu obra de destrucción, y te dedicaste a ver como ella levantaba su brazo desnudo para darte un abrazo, yo estaba asombrado por la escena que no podía ni moverme, y mirabas enfurecido como ella trataba de ayudarte y sacarte de una vez de ese estado insoportable en el cual tu te encontrabas, yo no podía hacer nada, estaba pasmado y oculto sin poder dar una mirada a la lucidez, y fue en ese momento en que tu la mataste, ella cayó como suelen caer los muertos, y tu comenzaste a llorar tremendamente, pero yo me quedé sorprendido por tus actos que no soporte la rabia, me encontraba invadido de cólera y de ansias de venganza, entonces me abalance hacia ti, estuvimos buen tiempo forcejeando hasta que tu terminaste asesinándome. Entonces te quedaste con las manos enrojecidas por mi sangre y los temores propios de la libertad en refugio, sentías como si recién acabaras una pesadilla, pero cuando mirabas bien estaba yo allí muerto y la cantina hecha un desastre. Exactamente habían tres muertos, el cantinero, Amalia y yo, y las personas mirando sorprendidas tu cuerpo con vida en un charco de lágrimas y sangre. Es posible que no recuerdes esos momentos de infortunio llenos de oscuridad e inconciencia. Te lo tuvieron que contar estando tras la rejas pagando tus actos homicidas, se que no lo recordabas por eso quise comentarte aquella parte de la historia de esa noche donde invadido por la inconciencia liberaste a tres almas. Adios, nos vemos en algún sueño.

Texto agregado el 13-06-2005, y leído por 110 visitantes. (1 voto)


Lectores Opinan
13-06-2005 Ah, eso de escribir en segunda persona tb es muy bueno. Reo_libre
13-06-2005 Te digo la verdad, dede que empecé a leerlo no pude dejarlo, esa imagen de la mujer Amalia, la del nombre tremebundo es bueno, aunque podrías, trabajarlo un poco más. Reo_libre
13-06-2005 Bueno!! Muy bueno!! qué más querés que te diga?? Reo_libre
 
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