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Le veía en mis sueños, una y otra vez, cada noche aparecía en ellos y me miraba fijamente; cada amanecer se iba con las primeras luces del día.
En cada sueño aparecía allí, de pie mirándome sin ni siquiera parpadear, sus fríos e inertes ojos no dejaban ver emoción alguna.

Una noche nuestras miradas se cruzaron durante largo rato, al fin pude ver aquellos penetrantes ojos cristalinos, sin expresión alguna, sus afiladas facciones y la marmórea piel que las recubría, sus labios color sangre, afilados y sellados, con expresión grave, sus oscuros ropajes bien podrían remontarse al siglo XVIII. Sólo entonces me fijé en lo que portaba entre sus manos, una rosa, era negra como la más oscura de las noches y brillante como las estrellas que habitan en ella, parecía esperarme, parecía ofrecérmela… Pero había algo mas en él que me llamó la atención, un medallón pendía de su cuello con una larga cadena plateada hasta su pecho, ¿Qué símbolo era aquél que portaba? Me era imposible verlo, tan lejos estaba…

En aquél momento tomo forma ante mí la idea de acercarme, fue en aquél preciso instante cuando el miedo y el respeto que sentía por aquél oscuro ser se desvanecieron, una extraña fuerza que emanaba de él me atraía fuertemente. Comencé a caminar.

A medida que avanzaba en su dirección para acercarme parecía alejarse; al cabo de un rato dejé de caminar y comencé a correr, y aún así seguía sin alcanzarle. Cuando exhausta me detuve a tomar aliento, un haz de luz cruzó la estancia donde nos encontrábamos e incidió en él. Un aullido de dolor atravesó el recinto emanando de él e hizo que mi cuerpo se estremeciera, la rosa que antaño portara en sus manos cayó al suelo lentamente, pero para mi sorpresa al entrar en contacto con el suelo se rompió en mil pedazos.

Me desperté repentinamente bañada en sudor, aquella noche me costó conciliar el sueño, pero finalmente sucumbí.

Desde aquella fatídica noche el hombre de mis sueños no volvió a aparecer en ellos. Impaciente esperaba cada día a que llegase la anhelada noche para poder verle, como si fuera mi amante clandestino, pero él nunca llegaba.

Habían pasado semanas desde la última vez que me visitó en sueños, y una noche, desvelada y pensativa, salí a pasear por el parque, nadie quedaba ya en ese lugar a esas horas. Mientras caminaba pensaba en él, en como de un sueño nacieron mis sentimientos, mis fantasías, mis deseos… Por extraño que pareciera sólo conseguí sacar algo en claro, me había enamorado de algo desconocido, de algo inexistente…

Entonces caí en la cuenta de que me había perdido, mi mente había estado divagando largo rato y apenas había prestado atención a la dirección que tomaba, me hallaba en una zona totalmente desconocida para mí. Tras dar un par de vueltas comencé a asustarme, me daba la impresión de que cuanto más andaba, más pérdida estaba. Opté por sentarme en un banco de piedra que encontré cerca, jamás había visto uno parecido en aquél parque; no pasó mucho tiempo hasta que recordé que llevaba el celular conmigo, lo saqué del bolsillo de mi chaqueta y comencé a marcar el número de mi casa, cuando de repente la batería empezó a fallar y se apagó. Resignada guarde de nuevo el celular e intente buscar una solución. Al no hallar ninguna más factible, elegí andar siempre en una misma dirección, y tarde o temprano llegaría a algún sitio.

No llevaba mucho tiempo caminando cuando me paré en seco, atónita escudriñé entre la espesa maleza y allí, lejano, lo vi. Ahogué una exclamación al verle allá de pie, sumido en la oscuridad, como en mis sueños, aun portaba la negra rosa entre sus manos; entonces supe lo que debía hacer. Me acerqué lentamente, ya no se alejaba y a medida que me acercaba parecía mas impaciente, seguí avanzando hacia aquél cautivador ser que interiormente me llamaba. Cuando estuve a escasos metros de él algo me frenó, algo en mi fuero interno me instó a alejarme de allí, a huir. Durante un par de segundos dudé sobre lo que debía hacer, pero finalmente decidí hacer caso omiso de lo que mi conciencia me dictaba y avancé.

Intenté preguntarle quien era, pero el posó el dedo índice sobre sus labios, acto seguido me tendió la rosa; la cogí entre mis manos con sumo cuidado, pero al hacerlo rocé sin querer sus dedos, estaban helados, tanto que me quedé sin aliento durante el tiempo que estuve en contacto con él. De pronto sentí como si con aquél leve rozamiento se hubiera apoderado de una parte de mí ser, entonces, sólo entonces sentí ardientes deseos de besarle, de ser suya en la infinidad de la noche, pero anhelaba saber quien era.

-Soy la llama ardiente, el fuego viviente, tu peor pesadilla y tu mayor anhelo…

Fue su silenciosa respuesta a mi muda pregunta, acto seguido me tomó en sus brazos y un frío intenso me congeló el corazón, y nos fundimos en un largo beso, un beso que jamás olvidaré, un beso que me heló la sangre, que me hizo desvanecerme para ya no despertar más, para pasar una eternidad a su lado, en otro mundo…

Texto agregado el 10-06-2005, y leído por 267 visitantes. (0 votos)


Lectores Opinan
10-06-2005 guuuuuuuuuuuuuuuuuuuuuuuuuuuuuuuaaauuuuuuuuuuuuu exelente ,grande,unico, sigue asi, te seguireleyendo anggelbueno(arroba)hotmail.com agregame ahblamos ahi. te invito a leerme. anggelbueno
 
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