Hombre de cachos y noches,
de rocas de hielo.
Fue olvidado en las alturas,
como la ilusión del paraíso.

Su mundo en aguacero,
su locura de antemano,
sus ilusiones inconclusas,
sus mentiras compartidas,
lo dejan caminando en el agua.

Frío y ronco son sus atributos,
el cigarro y los labios; sus exigencias,
el perder y ganar; sus temores.

Usó las piernas del pecado para olvidar,
besó el rocío de la madrugada
mientras soñaba con sus pecados.

La abrazó llorando,
cuando el precio de los besos
se acostaban con la amistad.

La agonía lo deja sentado
una noche al día,
para escribirle cartas a sus codicias.

Morirá un miércoles por la tarde,
al recuerdo de otros pasados,
de otros labios, de otras sombras.
De otras traiciones.

Huirá nuevamente al invierno
a borrar con nieve su cara.
Volverá con la frente marchita,
con una carta sin destino,
para quien la desee leer.