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III
No hace mucho leí que Dios y el sexo son lo mismo. Después de la primera reacción de inverosimilitud me pareció entender a que se refería, y al tiempo comprendí como todo en esta vida es sexo, y amor y Dios. La congratulación de un ideal. ¿Alguien ha visto nunca el amor? ¿Alguien ha visto nunca a dios, aquí, a mi lado, o al tuyo, tomándose un café y comentando lo soleado de la tarde? ¿Alguien ha visto nunca el sexo sino en una lívido hormonal que solo aparece cuando la imaginación sucumbe a tocar con la palma de la mano ese dios virgen de largo y fino pelo rubio, ojos azul mar claro, y sinuosas curvas por la que deja entrever sus huesos, mirándote triste i lascivamente, como un perro ofendido? Puesto que para ver algo primero debe de tenerse el molde dentro de la imaginación en horario abierto, uno ve lo que quiere ver, o lo que no quiere ver, pero no lo que hay, porqué ahí no hay nada. ¿Cómo lo sé? No lo sé. Pero, ¿Puedes demostrar lo contrario? Y mientras, sentado delante la ventana o encima una piedra del parque de Montjuic, la dulce y precisa sinfonía de la vida te pone en el marco de lo que es tu cuadro, en una caja de galletas, un amanecer desde un octavo piso, el contorno metálico de la vara de una luz de mesa, y te instiga a hacerte la misma pregunta una y otra vez, como un lobo que ha perdido la manada y de golpe le parece que es lo mejor que le podría haber pasado, sino fuera por lo acomodado que está a la seguridad del grupo, su adicción, como si empezar a estar de acuerdo consigo mismo consistiera en tirar por la borda todo lo aprendido hasta el momento para sobrevivir. Y como el lobo, el lobo estepario que esconde siempre algún tipo de miedo y un motivo secreto, busca algo en horizonte de la llanura, galopando sin cesar y sin remedio, pero, no por gusto, sino porque su propia condición le impide hacer otra cosa. Como si el gusto de caminar por entre las estrellas y las montañas, por deambular por confines extraños y solitarios, fuera la excusa que no encuentras en un núcleo social desecho y de cartón, que como Dios, no existe más que en la conciencia de que hay algo. Que, como el sexo, te empuja en un deseo que debe culminar en el amor, pero que trae consigo el vacío y la desesperanza. Y repudiando el amor, el sexo y dios, te repudias a ti mismo, alejándote de los malos, y de ti. Porque tu eres de los malos, también. Solo que…Como si no quisieras sobrevivir más, y esperando una muerte inminente, tu muerte, de pronto apareciera algo totalmente distinto. Pero mientras el tren no nos arrolla y empuja a que lo sigamos, así es como se busca a Dios, y se lo encuentra en el amor, en el sexo, en el repudio, y el Si Señor, en ser el tornillo de la sección siete del bloque A de todo el engranaje humano, y eso nos convirtiera ciertamente en alguien importante. Esta mañana, los pájaros cantan y mi cuerpo desprende un sudor agradable, fruto del calor. Me siento un instante. Y entre la corriente que pasa por los ventanales, tarareo la canción del equipo de música. Na-na-ra-na-na-ra… Na-na-ra-na-na-ra…

Texto agregado el 07-06-2005, y leído por 89 visitantes. (0 votos)


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