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El nuevo novio de Vania se dio cuenta demasiado tarde de que Vania no era Vania, era un semáforo, uno de esos que cambian con el tiempo. Cuando se dio cuenta le habló por teléfono y le gritó cosas tan terribles que la pobre Vania no pudo más que sonrojarse.

Todo empezó cuando Vania, pálida de emoción, les dijo a sus amigos que tenía un nuevo novio. “Los invito –dijo– a la presentación de mi nuevo novio”. Todos se quedaron pasmados con la noticia. Y es que Vania, con esa condición de semáforo que tenía, peligraba siempre en sus relaciones de pareja. Los amigos murmuraron temiendo lo peor. “Pero cómo es posible que Vania tenga un nuevo novio”, dijeron entre dientes. Al final, con un encogimiento de hombros aceptaron asistir a la presentación.

Cuando el día acordado llegó, la gente se agolpaba en la sala, esperando conocer por fin al nuevo novio de Vania. Un gran cartel anunciaba tan ceremonioso acto. La ocasión lo ameritaba. No había nadie que no estuviera bien vestido, e incluso hasta hubo alguno que otro invitado que había llegado en limusinas rentadas. “La ocasión lo amerita”, dijeron los más allegados a Vania.

Pasaron las horas y el nuevo novio no se presentaba. Vania se puso verde. Se encerró en el baño cuando le dijeron que el nuevo novio no llegaría a la presentación, y vociferó después de colgar el teléfono y comprobar que, en efecto, el nuevo novio no vendría.

Al saber esto, la concurrencia se inquietó. Hubo rechiflas, pero los meseros supieron controlar el conato de bronca sirviendo más champán y galletas con caviar. Poco a poco, la sala se fue despoblando después de haberse acabado los bocadillos.

Mientras esto ocurría en el selecto vernissage, el nuevo novio de Vania seguía emborrachándose con sus amigos, lamentándose de haberla conocido y diciendo todo tipo de vulgaridades en su contra. “Cómo es posible –decía– que esa mujer me haya ocultado su naturaleza”, y luego tomaba un trago de su vaso empañado y sucio. “Vania es un semáforo, no es Vania, sino un semáforo... ¡Un semáforo!” Los amigos le daban palmadas en la espalda y enjugaban sus lágrimas.

Con mirada turbia, ambos entendieron desde el lugar donde estaban, Vania en la presentación, el novio en su ebriedad, que el amor les dio la espalda cuando nacieron, que los amigos son el consuelo del desamparado, y que nadie es feliz con otro, a pesar de ser semáforos.

Texto agregado el 04-06-2005, y leído por 130 visitantes. (0 votos)


Lectores Opinan
15-06-2005 y bueno... doctora
 
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