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Inicio / Cuenteros Locales / onanista_por_palabras / Bocadillo de tortilla de calabacín.

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Era viernes y como todos viernes la madre de Vicente Huertas le había preparado un bocadillo de tortilla de calabacín; su bocadillo favorito.
Con doce años, Vicente Huertas estaba descubriendo sentimientos desconocidos hasta ahora. Se había enamorado como sólo un niño de doce años se enamora, un amor inexperto, exento de malicia y estrategias, sin trasfondos y con la única fantasía de juntar sus labios a los de Rosa, la chica más guapa de su clase y besarla como sólo un niño de doce años sabe besar.
El camino a clase no era tan duro desde que supo que coincidía con el de Rosa. En la rutina escolar había aparecido una motivación que no esperaba; poder mirar desde la última fila de pupitres, hasta el tercero de la parte derecha de la clase, que es donde se sentaba Rosa.
Vicente Huertas no sobresalía en nada, más bien era un corriente niño común; un estudiante mediocre cuya timidez le hacía invisible y le había relegado al final de la clase. Los deportes no eran su fuerte y destacaba especialmente su torpeza jugando al fútbol, el evento más popular del patio y que otorgaba prestigio a los niños, el que medía la jerarquía social de una clase.
Aquella mañana de viernes hacía sol, se respiraba el principio del verano, pero Vicente Huertas se había enterado de su cercanía, porque su madre le había puesto el primer pantalón corto del año. Sintiendo el fresquito matinal en las rodillas, corrió hasta la esquina donde solía espiar la salida de Rosa del portal hacia la escuela. Llego tan rápido que sobrepasó la esquina y delató su escondrijo, Rosa ya había salido del portal. Se quedó parado mientras sus ojos filtraban lo que su cerebro transformaba en la palabra “perfecta”. El amor es siempre subjetivo y Vicente Huertas se sentía el sujeto más inflamado del mundo. Rosa pasó cerca de donde se había quedado parado, sin apenas dirigirle una mirada. Vicente Huertas apretó la bolsa donde su madre le había metido envuelto el bocadillo de tortilla de calabacín aún caliente. Hay personas y cosas en la vida que nunca te decepcionan.

Texto agregado el 03-06-2005, y leído por 597 visitantes. (6 votos)


Lectores Opinan
05-12-2006 Hay más de un truco literario para evitar decir el nombre de alguien (en este caso "Rosa") mil veces en treinta líneas. El texto comienza siendo cacofónico y termina mareando. La historia en sí parece salirse de los límites de tu universo, aunque me decepciona que no sea un gran reto que para escribirlo, te hayas debido poner en los zapatos del chico. Sería impresionante si te pusieras en los de una mujer asesina serial y drogadicta inconforme con su peso y por tanto bulímica. La historia termina como fábula "Hay personas y cosas..." y eso me parece cómicamente absurdo, así que al menos me quedo sonriendo. 451
25-11-2005 El calabacín me gusta bastante, aunque mis bocadillos suelen ser de otras cosas... Creo que todos recordamos los primeros enamoramientos, bien dices, torpes, pero con un encanto que sólo rescatas al cabo de los años y la decepción... Me gustó la imagen del niño abrazado a su bocata... Saludos!!! CapitanDormido
12-07-2005 oh que tierno,ajaja... las mamás son como las tiritas a veces.. no curan pero alivian un rato largo... un susurro. (me encanta la tortilla de calabacín, ajaja...aunque donde esté la de patatas,ajaja) susurros
09-06-2005 Qué bien describes a Vicente! Una magnífica prosa en al que las pinceladas de ternura rivalizan con la de ese pan. Me ha encantado. entrelineas
09-06-2005 :) es tiernuchoooooo como el autor. Gracias por dejar por aqui el corazoncito de Vicente burbuja
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