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Una ventana es mucho más que un simple escaparate. A decir verdad, es en extremo un escaparate. Resulta magnífico pensar lo que una ventana puede llegar a enseñarnos. Hay pasiones en los ojos y rezos en voz baja. Hay paseos, animosidad, melancolía y hasta engaño.
Una ventana es como un mundo entero reducido a cuatro tablones de madera blanca. Es como sin condensáramos todo el orbe terrestre en una pequeña caja compuesta de una ventana y dedicáramos cada día a mirar por ella. Cada mañana, al despertarnos, correríamos entusiasmados a nuestra hermosa caja y su sola contemplación bastaría para motivarnos el resto del día. ¡Tantas cosas se pueden decir en tan poco espacio!
Una vez conocí a un niño que, de verdad, me hizo llorar. Estaba sentado en un banco, un banco marrón, como todos los bancos, y sus zapatos, que eran del color del banco, se habían manchado de barro. Se movía como en un columpio y sollozaba en silencio. Sus zapatos nuevos se habían manchado y nadie acudía a consolarlo. La madre hablaba con las otras madres y los otros niños jugaban al balón sin reparar en nosotros. Estábamos llorando y nadie tenía un pañuelo. Esos bonitos zapatos que nos habían regalado. Sucios, manchados, envejecidos sin quererlo. Todo por un tonto resbalón.
Al día siguiente ya no había nadie, nadie había acudido a mi ventana y también lloré, pero a la noche todo cambió, pues una atenta muchacha vestida de gala apareció de repente. Me sonrió un momento y se sentó en el banco. Sabía que me estaba esperando y yo me retrasaba como de costumbre. El día de trabajo había sido duro y se había tenido que alargar más de lo necesario. Eran ya casi las once. Diana estaría esperándome en el banco y yo todavía montado en este taxi de olor a incienso y voces lejanas. Toda la calle era un hervidero de gritos, vapores insondables y luces estidentes.
Es curioso lo que se puede aprender de las ventanas.
Al rato, Diana, que estaba llorando, agachó la cabeza y desapareció entre una nube de lamentos. No habían sabido amarla y eso hay que pagarlo. Pobre amiga mía. Lo había pasado excesivamente mal.
Siempre he pensado que la ventana muestra muchas más cosas de lo que mostraría la realidad externa. Cuando sales, cuando paseas, mil nuevas inquietudes, mil excesos misteriosos acuden y claman por nuestra atención. La ventana lo reduce todo a la esencia. Es como el objetivo de una cámara. A través de él puedes ver muchas más cosas de las que verías simplemente con tus ojos. Es como un libro. A decir verdad, es casi como este libro. No sabes lo que vas a encontrar, no tienes un guión preestablecido y siempre sabes que la sorpresa llegará de una forma u otra. Hay muchas formas de sugerencia y, creo, la ventana las tiene todas. Un árbol no es árbol si no lo miras a través de tu ventana, es sólo una decoración animosa del camino. Pero a través de tu marco es mucho más. Es todo sentimiento, es todo pasión. Es algo inerte y vivo a la vez. ¿Pensarán los árboles? Es increíble lo que puede llegar a mostrarnos una simple ventana.
¿Qué ves?
Un día, una anciana me hizo esta pregunta tan curiosa y yo no supe qué responder. Pensaba que tenía que pensar y realmente sólo tenía que contestar. La pregunta es mucho más. ¿Qué ves? Simplemente un paisaje. No intentes buscar cosas que me sorprendan, simplemente dime lo que ves. Estaba contemplando a una pareja. Me gusta cómo se besaban. Parecían condesar todo una eternidad en un solo beso. Es muy hermoso. Pero, ¿Por qué los observas? Tal vez, sólo tal vez, porque también yo espero un beso como ese. Míralos, están cogidos de la mano y parece que van a empezar a pasear. Intercambian unas palabras. ¿Qué ves? Una abuela en un papel. ¿Cuántos libros habré leído? Los suficientes para encontrar esta pregunta. Una vez imaginé que era un pirata y lo fui. Imaginé que amaba y amé. ¿Por qué ellos pasean como flotando sobre las olas del mar? Dime abuela, dime por qué van cogidos de la mano y por qué se besan de esa forma tan extraña. Dime por qué es tan especial.
La anciana de los ojos reverdecidos me contempla un instante y sonríe. “Todo esto, exclama, te lo responderás tú mismo un día.”

Texto agregado el 01-06-2005, y leído por 126 visitantes. (1 voto)


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