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Clic!
Al correrse la cámara, sus rulos dejaron traslucir la claridad de sus ojos y la sonrisa por la tarea llevada a cabo desnuda su inocencia de quinceañera.
Le gustaría que fuese una Polaroid automática, esas de 300 dólares que permiten ver la foto revelada al instante, pero su Nikkon –que por más antigua que sea, no deja ser una fiel compañera- la obliga esperar hasta el regreso a casa para ver el fruto de su trabajo.
Hace días que Mapi no hace otra cosa que pensar en EL, en realidad desde hace 10 años piensa en eso casi todo su tiempo y es sencillamente feliz con eso, tendrían que verla sonreír para dar crédito de ello.
No tiene una figura agraciada, el contraste de sus rulos azabache y sus ojos miel le dan un toque especial a su rostro, su excesiva delgadez le quita la curvatura que todas las mujeres desean, pero recupera terreno cuando muestra sus prolijos dientes en una sincera sonrisa.
Se mueve por la Avenida Corrientes, en ese mar de cemento llenos de peces humanos, con la certeza de saber bien cual es el camino que tiene que tomar y como llegar a destino, siendo ésta situación a mediados de noviembre, con la sofocante temperatura, la humedad y los vaivenes de la “fiebre verde” un tanto opaca para el momento que ella estaba viviendo.
Se bajó del subte una parada antes, un poco por el sofocante calor que se tornaba por momentos insoportable y otro poco por respirar el aire de la calle, algo que a Mapi le gustaba hacer con frecuencia. De pasada entró en una gran disquería y estuvo tentada a quedarse un buen rato escuchando los ultimos CD´s que aparecían en distintas gateras y que el local invitaba a escuchar, pero eso le hubiese hecho llegar tarde a su “cita”.
Mapi llegó a la Plaza del Obelisco, sabría que EL no tardaría en llegar, de hecho no pasaron más de 5 minutos, cuando ella distinguió su pausado caminar entre medio de la gente. EL trabajaba por el centro, y Mapi sabía que su horario del almuerzo era a las 12 y que su entrañable amor por el Whooper de Burger King, lo animaba a cruzar toda la Plaza del Obelisco, de Lunes a Viernes, en busca de su tan preciado sándwich. Por otra parte Mapi sabía que durante los fines de semana, solía hacer footing en una plaza cercana a su casa, junto con su perra o bien salir a pasear por algunas de las innumerables galerías de la Avenida Cabildo.
Para cualquier persona seguramente EL no tendría casi ninguna virtud, su rostro entristecido y pálido se hacía eco de sus escuálidos brazos y algunos kilos de más en su abdomen, pero Mapi lo veía hermoso, único, y sobre todas las cosas sabía que EL era de ella, aunque el no lo supiera.
Mapi no lo retrataba porque sí, de hecho su amor por la fotografía había nacido por el, cuando cursaron juntos 4° y 5° año en el Normal 10 de Belgrano y fueron 2 de los 3 alumnos del colegio que hicieron el taller de fotografía, el cual al ser extracurricular provocaba el desinterés de los pubertinos escolares.
Mapi, ha recolectado por éstos últimos 10 años, desde aquellos años felices, una impresionante colección de fotos, que tiene celosamente guardados en 4 albumes, catalogados cronológicamente, cada foto tiene un párrafo a su lado, indicando día y hora de la toma, y un comentario acerca de la foto, casi se podría decir que es un diario íntimo en imágenes. De hecho tiene fotos de EL, en su recorrido al trabajo, volviendo a su casa, de día, de noche, con amigos, tiene la foto del momento exacto en que besó por primera vez a su novia, la cual luego se convirtió en su ex mujer. A Mapi le gusta fotografiarlo cuando el salía con sus jeans celestes, una remera azul con el logo de Nike en la parte delantera y sus “clásicas” All Stars bordó. Cuando salía así, Mapi decía que se había vestido así para ella.
A pesar de todo ello, durante muchos años Mapi se preguntó si ella sentía verdadero amor por la fotografía, es decir por el sólo hecho de retratar un momento cualquiera, o bien amaba la fotografía porque le encantaba fotografiarlo a EL, y la verdad hasta éste momento Mapi no había encontrado una respuesta satisfactoria a su pregunta, y en realidad a ésta altura tampoco le importaba demasiado la respuesta.
En estás condiciones estaba Mapi disfrutando del sol del mediodía porteño en la Plaza del Obelisco, cuando lo vió venir. Su lento caminar hacía que la toma pudiese tener un instante más de preparación aunque Mapi sabía que el momento ideal para largar la foto era cuando el se parara en la esquina esperando la luz verde del semáforo. Si bien desde su posición, los autos vienen a contramano, por lo que EL tendría que mirar para el otro lado, Mapi sabía perfectamente que EL miraba para ambos lados antes de poner un pie sobre el cemento, por lo cuál ese detalle no le preocupaba.
La sonrisa de Mapi se iba dibujando a medida que EL atravesaba la vereda, sin más preocupaciones que intentar no llevarse por delante a algún “delivery” con un almuerzo ejecutivo entre sus manos. Cuando llegó a la esquina, tal como había previsto ella, giró su cabeza en el sentido en el cuál venían los autos e instantáneamente giró la cabeza y mostró en todo su esplendor la pose que Mapi había medido con milimétrica precisión desde su máquina......clic!
Ese día Mapi decidió seguirlo todo el día, ya que su jefa le había otorgado una “licencia” provisoria por sus excesivos turnos para ir a almorzar, claro, desde Avellaneda –donde ella trabaja en una empresa constructora- hasta el Obelisco, el viaje le demandaba más de una hora entre ida y vuelta, y su jefa no entendería el porque de sus viajes al centro en horas del mediodía.
Al verlo salir de su trabajo, Mapi tomó una instantánea que según ella merecía entrar en el álbum azul, es decir, donde ella guardaba los retratos más lindos que había recolectado con el paso del tiempo. Luego de seguirlo en el casnador viaje de regreso al hogar y justo en el momento en que el abría la puerta del edificio donde vivía, Mapi decidió sacar una foto más. Luego del último clic! del día, se sentó a la puerta de la librería que se encontraba justo enfrente del departamento de EL a realizar algunas anotaciones que luego pasaría al album, ya que de otra manera tenía miedo de que se le escapara algún pequeño detalle de la situación retratada.
De hecho si bien eran sólo las 7 de la tarde, sabía que EL no saldría de su casa hasta el día siguiente para volver al trabajo. Quizá fue por eso que fue enorme su sorpresa cuando lo vió bajar, apenas unos minutos después de haberlo “dejado” en la puerta de su casa. Este era un movimiento demasiado extraño, y por supuesto Mapi no iba a perderse la oportunidad de retratar aquel memorable suceso. Mientras recogía sus cosas con suficiente velocidad como para no dejar nada por el camino pero tampoco perderlo de vista, EL doblaba en la esquina, llevando consigo una caja de medianas dimensiones, Mapi hubiere dado su vida por saber que era lo que contenía aquel invalorable tesoro.
Sus nervios le quitaron lucidez para encontrar el momento exacto para la toma, y su torpeza se vió acentuada por el miedo a acercarse demasiado, por temor a ser descubierta. El calvario duró dos cuadras más, en el momento menos pensado, EL giró e ingresó en un local de OCA. Mapi no podía ingresar, pues temía que EL la viera y por una de esas casualidades recordara a su compañera de taller de fotografía, pero ella daba por descontada dicha circunstancia, lo más probable es que ni registrara su presencia y era esto lo que más miedo le daba a Mapi, razón por la cuál cruzó la calle y esperó ansiosa que EL volviera a salir. Tal como se lo imaginaba al salir, ya no llevaba el paquete, su soledad y su caminar le parecieron a Mapi como el de todos los días de éstos últimos diez años. Así y todo fue la primera vez en éste tiempo que “estando” con EL, lo dejaba volver “solo” a su casa. Mapi tenía mucho en que pensar, y las preguntas le carcomían el cerebro una y otra vez, que tendría el paquete?, a quién iría dirigido?, tendría nuevamente un amor?, con todas éstas preguntas Mapi intentó pegar un ojo las dos noches que siguieron al incidente del paquete.
Al tercer día, Jueves ya, al regresar Mapi del trabajo, tras haber cumplido su condena, encontró en el casillero correspondiente a su departamento junto a la cuenta de la luz y un par de folletos de pizzerías cercanas un paquete que le pareció extrañamente familiar. Sin caer en detalles acerca del mismo, lo agarró junto con el resto de la correspondencia, sin advertir que aquel paquete era bastante pesado, por lo que en un mal movimiento intentó hacer un malabarismo para sostener el paquete y que no cayera al suelo, con demasiada desgracia, ya que su Nikkon, que se encontraba colgando al costado de su bolso, cayó con golpe seco al suelo de mármol, destrozándose la lente por completo.
Mapi se quedó paralizada, arreglar aquella lente le implicaría medio mes de trabajo, pero en realidad lo que más le preocupaba era que sin su cámara, no podría retratarlo, y eso la angustió por completo.
Subió entre lágrimas hasta su departamento, el “B” del primer piso, maldiciendo a aquel paquete que le había costado perder por unos días la posibilidad de verlo a EL. Al entrar a su departamento, Mapi corrió el plato de la cena del día anterior y puso sobre la mesa la caja en cuestión, disponiéndose a ver el contenido del mismo. Era una caja común y corriente, pero a la vez bastante pesada y por el tipo de peso, parecía contener libros o algo por el estilo.
Al abrirlo Mapi se encontró con un bibliorato forrado prolijamente en azul marino y otro debajo, del mismo tamaño forrado en color verde inglés. Sin terminar de entender a que se debía ello, abrió el primer libro y se sorprendió al verse en una foto, bastante amarillenta ya por el paso del tiempo, que la mostraba con unos jóvenes 19 años en la puerta de la casa de su abuela, justo antes de salir rumbo a su primer día clases en la Facultad de Medicina. Al girar las hojas de aquel bibliorato, vió pasar sus últimos 10 años, a través de imágenes que la retrataban corriendo bajo la lluvia, en la parada del 12, saludando al diariero, entrando por la boca del subte, e incluso en varias de ellas, aparecía con su propia Nikkon, todavía en buen estado. Fue tan grande su sorpresa que no atinó a pensar de quién podía provenir semejante regalo, y menos entender cuál era el motivo del mismo.
Intentando acomodar sus ideas, y tratando de asimilar tantos golpes emocionales en tan poco tiempo, Mapi bajó a la calle, buscando un poco de aire para poder pensar un poco mejor. Al cerrar la puerta de salida del edificio, se quedó literalmente paralizada. Ahí estaba EL, con una Polaroid en la mano, regalándole una sonrisa tan única que Mapi se arrepintió de no haber llevado consigo su Nikkon, y al instante acordarse de que estaba rota, y también la caja....y EL, y....... Ambos se quedaron callados, mirándose, preguntándose con la mirada, respondiéndose con una sonrisa, durante un tiempo que nadie podría asegurar cuanto duró. Esa imagen regaló una postal única, tomada desde la vereda de enfrente al lugar donde sucedieron los hechos, por una tercera persona, la cuál conocía a ambos protagonistas por haber cursado con ellos, aquel imborrable taller de fotografía. Su libro no podría tener un mejor final, tras haber seguido ésta historia por los últimos 10 años, tomando tanto fotos de EL como de ELLA, por fin había logrado la toma deseada, la de ELLOS, que en ese instante le regalaron la toma final para su libro que contaba la historia de dos personas que se amaban a través de un.......clic!

Texto agregado el 31-05-2005, y leído por 210 visitantes. (2 votos)


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