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Por un extraño designio del destino, ese viernes los planetas se sintonizaron para que a Linda se le cumpliera la anunciada y famosa frase de "Prepárate para la acción, esta noche será perfecta para el romance". Cada vez que -por casualidad o por pura inercia- sus ojos se habían detenido en la sección del horóscopo, la misma cadena de palabras emergia de entre las páginas del periódico para provocarle una sonrisa un tanto cínica pues estaba segura que su única compañía, de esa y otras tantas noches de soledad, se remontaría a su perro Fausto o a la entretenida lectura de Afrodita, el último libro de Isabel Allende, que había caído en sus manos.
Era un hecho. Después de su baño nocturno, no le quedaría más remedio que acostarse en su amplia y mullida cama, abrazar a su gran oso de peluche Teddy para terminar irremediablemente entre los brazos de Morfeo. Hacía tantas noches que no experimentaba el calor y la seguridad de los fuertes y bien formados brazos de un buen amante, que ya le había tomado el gusto a abrazar a su peludo compañero de cama.
"Si pudieras dar masajes reemplazarías a cualquier hombre" le decía mientras se abrazaba con fuerza del oso café que solo acertaba a sonreír con esa bordada expresión de inocencia, mientras cumplía su mejor papel del mundo: el de compañero fiel, paño de lágrimas y eterno confidente de una maravillosa mujer que no tenía a quien amar.

Pero ese día fue diferente. Una llamada a su celular le confirmó lo que ya había escuchado por terceras personas. Uno de los pocos hombres interesantes -que había conocido desde hace varios años- estaría de visita en su ciudad para asistir a una importante reunión de negocios. Aunque su viejo conocido solo estaría un par de días, todo estaba dispuesto para una cita amistosa. -"Me han recomendado un bar-café donde se come bien y además tienen un bonito ambiente lleno de cuadros y fotografías. Por cierto, que tienen una exposición de fotos con los mejores sucesos del milenio recién pasado" le dijo él y ella aceptó la invitación. - "Será interesante pasar un par de horas lejos del trabajo y de esta agobiante rutina" pensó.
Un par de horas después, se preparó para el encuentro. Acicaló sus castaños cabellos crespos y se perfumó con la dulce y especiada esencia Poeme, que tanto le gustaba. Se puso ese traje oscuro que le sentaba de maravilla y se calzó unas botas de tacón alto. "Estas más hermosa que nunca. Lástima que a los hombres interesantes e inteligentes no les gusten las mujeres pasadas de peso… Bueno, ellos se lo pierden" se dijo, mientras se miraba al espejo y sellaba su femenina imagen con un poco de brillo labial.
Ya todo estaba listo para comenzar. El encuentro con el "Hombre de la Encantadora Sonrisa" fue casual y simple. Un abrazo prolongado, un beso en la mejilla y la encantadora sonrisa que le provocaba la sensación de tener el estómago lleno de miles de mariposas de vivos colores. Luego de la impresión inicial, que la dejó como flotando en el aire, la reunión transcurrió entre las añejas paredes del bar-café, bajo luces tenúes que imprimian doradas tonalidades a los cuadros que adornaban las parades. Mientras la música de fondo sonaba, el mesero les llevó una suculenta cena a base de tortilla española que fue aderezada con una amena y relajada plática, un par de cafés y la cálida atmósfera donde flotaba un ambiente impregnado por famosas melodías ochenteras, las mismas que la habían hecho suspirar cuando solo era una adolescente y que ahora le traían bonitos recuerdos de amores que nunca pudieron ser.

"Te dejo en tu casa y luego me regreso a mi hotel" le dijo el hombre de la encantadora sonrisa, justo después de pagar la cuenta del bar-café. Por eso a ella le pareció de lo más normal, invitarlo a entrar a su casa para charlar un poco más sobre temas tan diversos como la inmortalidad del cangrejo o el incremento de la deuda externa... De ahí en adelante, todo se dio de manera espontánea y natural...sin forzar el momento.
La tranquila y acogedora estancia de su casa, la música de Silvio Rodríguez, los cómodos y mullidos cojines de la sala de su casa, el sensual y relajante aroma a vainilla de su candela aromática favorita y otra vez esa encantadora sonrisa que -por alguna razón especial- lograba derretir su corazón.
En ese mismo instante, Linda supo que algo fuera de lo común iba pasar. ¿Sería que al fin se cumpliría esa famosa frase que siempre aparecía en su horóscopo, aquella que le anticipaba: - “Prepárate para la acción. Esta noche será perfecta para el romance” o todo quedaría en un - "hasta luego, fue gusto volverte a ver" ?. No quiso responder su propia interrogante y prefirió sonreír. Sabía que el terreno estaba preparado. Que algo estaba a punto de transformar su tranquila y monótona existencia y que cuando esto pasara, ella no tendría las fuerzas necesarias para resistirse. La estaba echada. Casi sin pensarlo, el dueño de "la encantadora sonrisa" había invadido el espacio vital de Linda; aquel que solo fue ocupado por el único hombre que compartió su cama y sus más íntimos secretos.

- "Te siento muy tensa... relájate un poco... No te sientas amenazada... Conmigo estás a salvo" decía la voz de la encantadora sonrisa. Pero esas palabras retumbaban en su mente, sin que su lógica de mujer decente las pudiera codificar... sin que lograran romper muchos años de rígidas tradiciones familiares que sirvieron para extinguir su instinto natural de mujer: -"Las mujeres decentes nunca se van a la cama con el primer hombre que se lo pide" le dijeron siempre. Y según la represora tradición familiar, ese fue el estandarte que la protegió de embarazos no deseados y del enjambre de hombres que van por la vida pensando que existe dos tipos de mujeres, unas con las que se pueden casar y otras que solo sirven para pasar un buen rato de sexo gratuito. Por supuesto, que ella pertenecía al clan de las mujeres que nacieron y fueron educadas para representar el papel más perfecto del mundo, la de la fiel compañera y madre de muchos hijos. Aunque había una pequeño problema, ella nunca se casó y tampoco pudo disfrutar de su condición de la mujer soltera y liberal que todos creían que era. Muy en el fondo de su corazón, aún se consideraba tan tradicional que le resultaba casi obsceno la sola idea de compartir la cama con el primer hombre que se lo pedía. Fue por eso, que la noche del primer encuentro sus barreras mentales no la dejaron atravesar el umbral de lo prohibido y cuando él le pidió que hicieran el amor, ella prefirió negarse. Fue por eso que aquel primer encuentro no llegó más lejos de la lógica y placentera sensación que produce el explosivo cóctel de labios, saliva y piel.
Ya en la tranquilidad de su cuarto, Linda recordó los tibios labios de aquel hombre y llegó a la convicción de que el estandarte de mujer decente estaba a punto de ser derribado por aquella encantadora sonrisa... el hombre que le había alborotado las hormonas le gustaba demasiado y ahora estaba dispuesta a derribar los muros mentales que le impidieron disfrutar al máximo de esa fuerte atracción. Al día siguiente, cuando él le volvió a llamar, para concertar una segunda cita, no dudo en aceptar. Esta vez, tendría el tiempo necesario para preparar el terreno y hacer gala de cuanta artimaña había aprendido de las revistas del corazón que llegaban de vez en cuando a sus manos. Aunque ese tipo de publicaciones siempre le parecieron una sarta de falsos y estereotipados clichés de mujeres bobas, no estaría nada mal hojear el manual de "10 pasos fáciles para conseguir un marido" que le recondaban poner especial atención en el arreglo personal y atender al hombre con los más exquisitos y afrodisíacos manjares culinarios, mientras le sonreía con anodada expresión. No lo pensó dos veces e hizo una deliciosa cena a base de pastas y seleccionó el mejor café que encontró en el supermercado. Tampoco se olvidó de incluir la música adecuada para la ocasión, de perfumar las sábanas de su habitación y de incluir una dotación de velas con aroma a vainilla.
Cuando comprobó que todo estaba perfecto, Linda no dejó de sentir la extraña sensación que le estaría siendo infiel a su perro Fausto y a su peludo oso Teddy, sus dos únicos e incondicionales compañeros de soledad, aunque sabía que si ellos pudieran hablar, le habrían recomendado continuar con sus planes.
Al filo de las ocho de la noche, el hombre de la encantadora sonrisa llegó a la cita. La varonil esencia de su perfume se mezcló con el aroma a lasagna y a pie de manzanas con café que provenía de la cocina, impregnando la átmosfera de una tibia sensualidad. Después de la cena, cuando disfrutaban de un rico capuchino y conversaban sobre los cojines de la sala, él sacó sus mejores armas de seducción y atacó de manera certera. -"Nos gustamos desde la primera vez que nos vimos. No podemos negar que existe una fuerte química entre nosotros", dijo . Ante tal argumento, Linda no tuvo más remedio que aceptar el principio lógico que por siglos ha unido a hombres y mujeres y ha sido el responsable de preservar la raza humana. Decidió relajarse, desconectó su barrera de protección y se dejó llevar por el cúmulo de sensaciones que invadían cada molécula de su cuerpo... Luego vinieron los besos, los abrazos y todas las caricias, que no experimentaba desde hacía cientos de noches. -"Te sientes bien... dime como te gusta que lo hagamos? " le preguntaba él. Pero a ella le costaba trabajo terminar de romper con sus ataduras mentales y solo acertaba a suspirar cada vez que él la acariciaba y la hacía suya. Fue después de la unión de los dos cuerpos cuando él no pudo entender, el motivo por el cual la agotadora jornada de pasión, no pudo culminar en el mítico orgasmo femenino. Cuando las aguas retornaron a su cauce, él quiso comprenderla y en tono sobre protector le dijo: "Tienes que ser más espontánea y tratar de evitar que el sobrepeso te impida disfrutar de las relaciones sexuales". Después del comentario, Linda solo sonrió y pensó que ese hombre jamás entendería que, en su caso, era más pesada la carga de los famosos "valores morales" que su propio sobrepeso. Al fin y al cabo ella se sintió inmensamente feliz de estar bajo los protectores brazos de ese hombre de encantadora sonrisa, personalidad interesante y vigoroso cuerpo de blanca tez y suave piel que exhalaba un delicioso y tenue aroma de bebé. Ese hombre que por un par de horas la había hecho sentirse la mujer más feliz del mundo.

Tras el lapsus amoroso -y cuando su mente se conectó con su sentido común-, Linda cayó en la cuenta de que, por un par de minutos, había actuado como una verdadera desconocida. Le había entregado su cuerpo al hombre de la encantadora sonrisa sin siquiera usar la plástica y elemental protección que se vende en sobrecitos de todos los colores, sabores y aromas insospechados.
- "Aunque no me lo creas, yo no acostumbro hacer esto" le dijo él. Y ella se encomendó a la diosa Fortuna, porqué seguramente que su Dios no aprobaría semejante sacrilegio. Por un momento reflexionó. Definitivamente no estaba en condiciones de formar parte de las estadísticas de embarazos no deseados o de ser una cifra más de las millones de personas que portaban el virus más famoso del momento e invocó con más devoción a esa famosa diosa y trató de reconectarse con los brazos de su amado.

En uno de los interludios amorosos, su lógica de "mujer decente" la obligó ha hacer la pregunta del millón. - "Sí soy casado y tengo tres hijos" fue la respuesta.
Escuchó esto casi sin inmutarse. Era lógico que un hombre tan encantador tuviera dueña y pensó que ya era demasiado tarde para arrepentirse. Su juramento de nunca relacionarse con un hombre ajeno estaba tirado en el suelo, junto a su ropa.
-"Ahora no solo me tengo que arrepentir de haber fornicado, también tengo que pedir perdón por haber cometido adulterio" le dijo a su compañero, al mismo tiempo que se abrazaba a su espalda. -"Me doy cuenta que las primeras veces siempre llegan." le susurró a su amante, mientras pensaba que con este encuentro había abandonado sus más elementales valores morales. Los mismos que le habían inculcado desde pequeña y que hacía un par de días había defendido con verdadero ahínco... - "Hombres casados ni fritos ni asados" había dicho siempre que algún comprometido la quería cortejar. Sin embargo, lo más extraño del caso, es que no le pesaba haberse entregado al hombre de la encantadora sonrisa. Tenía la certeza de haber conocido a un ser con el que compartió más que fluidos corporales, alguien que le regaló un momento mágico y que la hizo sentir especial.
Luego, él le contó sobre sus éxitos profesionales y sobre la bella familia que lo esperaba en casa. Mientras ella le hablaba de su afición por los libros de García Márquez y de Isabel Allende, de su amor por los animales, la playa y la naturaleza, de su infancia tan fresa y de su mala suerte con los hombres.
“Me gusta estar contigo porqué eres una mujer muy Interesante” le dijo mientras sus cuerpos permanecían entrelazados. “Es lo menos que me podía proporcionar la naturaleza, ya que no me obsequió ninguna belleza arrebatadora” le dijo ella, entre risas.
Después le preguntó sobre los motivos que llevan a los hombres a ser infieles y él solo se excusó en el trillado machismo que obliga a los varones a acostarse con cuanta mujer se les ponga por delante. "Tengo casi 10 años de venir a esta ciudad y nunca me había acostado con nadie de acá... Pero yo sabía que tu eras diferente, por eso estoy contigo" fue su espectacular frase de cierre.

Varias noches después y durante otro nuevo encuentro amoroso, Linda logró desnudar su cuerpo y su mente para abandonarse al placer que produce la unión plena de dos cuerpos, dos mentes y dos almas. Disfrutó de los sensuales y dulces labios de su fugaz compañero, mientras este recorría su espalda y la tatuaba con decenas de besos que la hacían suspirar de emoción... Era el éxtasis... al fin había logrado romper la barrera de sus prejuicios para decirle a su amado, con voz entrecortada, que su zona erógena era la espalda y que le gustaba hacer el amor lentamente... sin prisas ni sobresaltos... mientras le acariciaban y le besaban lentamente cada milímetro de su cuello, senos y vientre...
- "Me haces muy feliz" le dijo ella, después de haber experimentado un infinito placer, solo comparable a la explosión de mil millones de estrellas fugaces... Pero no obtuvo ninguna respuesta... "Sigue así... así me gusta " insistió Linda entre jadeos... y nadie respondió.

Rinngggg... rinnnggg.... sonó la alarma de su reloj de mesa... Cuando despertó, Linda cayó en la cuenta que su único compañero era Teddy, su fiel y peludo oso de peluche... Javé, el hombre de la encantadora sonrisa, estaba a cientos de kilómetros de su cama. Junto a la mujer y a los hijos de su vida. Mientras tanto, La chica se preguntaba si la unión de esos cuerpos con sus respectivas almas había pasado de verdad o solo era el producto de la vaga ilusión originada por un corazón que ansía volver a amar y por el extraño influjo de la frase aquella que aparecía a menudo en su horóscopo, la misma que le había anunciado "Prepárate para la acción, esta noche será perfecta para el romance"...

Texto agregado el 28-05-2005, y leído por 133 visitantes. (0 votos)


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