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Punto de partida

“En otras dimensiones tocaron mi mente los relojes”

Cuando llegó hasta donde me encontraba, me pareció un poco tarde para analizar los por menores. Preferí contemplar todo cuanto me rodeaba. La noche era fría y vacía ,las calles estaban desoladas y las luces de los bares de la barriada, ya comenzaban a apagarse. Quizás lo único interesante del contorno, era la música que salía de un nigth club, que estaba muy pegado a mí.

El sonido del saxofón en una balada lenta, me hizo recordar momentos diferentes al que estaba viviendo. No por ello distraje mi atención de su cercanía. Sabía que estaba muy junto a mí aunque no pudiera verle. Su olor inconfundible me alertaba su presencia.

Recuerdo que estuve inmóvil por unos cuantos minutos, tratando de ahuyentarle de mí. El miedo me hizo temblar mis rodillas, o pudo ser el frío, quizás. Lo horripilante era el encuentro. Aún cuando sabemos que es esperado por días, por meses, por años. Y ahora, cuando estaba sucediendo no quería que pasara. Hubiera preferido volver al comienzo. A mis sueños, dejar que la imaginación rompiera los límites de las distancias, entregarme de nuevo a la incertidumbre del nuevo día, a los deseos de ver un mundo girando alrededor de uno, y uno girando dentro de él, al mismo tiempo.

Cerré los ojos por segundos. Tiempo suficiente para montarme en la máquina del tiempo, y ver a mi alrededor tantos gratos recuerdos. Porque los malos los había enterrado hacía ya mucho tiempo, solo los buenos, los felices, los que en su momento me llenaron de vida, eran los que debían de estar aquí en momentos como estos. El Amor . Ese misterioso sentimiento donde penas y alegrías se mezclan para confundirnos los sentidos. Pero quien ha podido vivir sin un poco de amor, de cualesquier tipo, hasta misericordioso; pero amor.

Sé que además de su presencia, comenzaron a llegar otras personas, ajenas a mí .No creía reconocer a nadie en ninguno de aquellos rostros. Solo a uno, aquel era inconfundible, aún cuando no habían rasgos definidos, pero para mí, y se también que para muchos, en su momento le reconocieron de la misma forma. De nuevo el escalofrío volvió a recorrer mi cuerpo, pero esta vez con mayor intensidad. Que podía hacer para evitarlo, para sencillamente decirle que era un error. Busqué en mi mente cualquier excusa para detenerle, pero fue imposible, ya me sentía en sus brazos, o garras, no sabría como llamarle o describirle, me imagino que cada cual tendrá su propia versión de acuerdo a la experiencia. La mía era fatal, pues me resistía a entregarme. Entonces pensé en la fuerza de la mente. La concentración total y absoluta, en algo a quien trasmitirle la poca energía que quedaba en mí. Solo se me ocurrió el reloj. Ese artefacto que va marcando el tiempo de cada hombre. Todos los relojes del mundo debían detenerse, no podía transcurrir un segundo más. Justo ahí estaría la diferencia, un segundo, y sería demasiado tarde. Por suerte para mí ,los relojes del mundo escucharon mis ruegos. Y Dios sabía que era un error, o una confusión, no era a mí a quien buscaba la muerte aquella noche fría. Quedaban soles por ver y mundos por recorrer , antes de regresar como todos haremos un día; al punto de partida.

Texto agregado el 27-05-2005, y leído por 106 visitantes. (0 votos)


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