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Recuerdo de Sybila

En una de las ferias literarias internacional de Santiago, viendo, y esperando algún encuentro irresistible, único y absolutamente fetiche, con un libro entre miles, me tope con una de las mujeres más interesantemente trágicas que haya conocido la historia de las letras. O mejor debiera decir, ligada a los escritores y poetas. Los compradores, curiosos voyeristas, inadvertidos, difícilmente podían imaginar que esta mujer alta que atendía un puesto de la SECH en la Feria del Libro, estuvo buen tiempo en la cárcel de Chorrillos, Perú –injustamente, 14 años-. Incluso yo, que la había conocido sólo a través de las reseñas como la mujer del último poeta –de los verdaderos- en Chile, y la viuda del gran escritor indigenista peruano José María Arguedas, era esa señora con sus ya 68 años, de hermosos ojos vivos, hija de escritores: Sybila Arredondo Ladrón de Guevara.
Casada en primeras nupcias con Jorge Teillier, el último de los poetas chilenos, de esos verdaderamente malditos, de los que no escribe odas a los jefes de estado para recibir premios nacionales -pero tal ves esto, es para otra historia-, engendraron a Sebastián y Carolina. El primero biólogo químico, ésta, periodista y editora en el Perú. Luego de avatares, y en un encuentro en la casa de Neruda en Isla Negra, conoce a José María Arguedas, con el cual año más tarde abandona todo y se traslada al Perú. Ligada al partido comunista peruano, del cual su compañero participó como un importante ideólogo no militante, durante la dictadura de Fujimorí se le vincula como activista apoyadora del Grupo Sendero Luminoso, motivo por el cual se le encarcela, se le condena sin un juicio justo a cadena perpetua. Luego de infructuosas y no consideradas acciones de personeros políticos, y después de revocar la condena, regresa a Chile a finales del 2002. Con miles de historias en la cárcel de alta seguridad, admirada por sus pares de ideología, mujer mítica, musa de escritores y poetas, regresa a un país absolutamente distinto al que ella dejo por más de 35 años, eso sin considerar su aislamiento del mundo durante los catorce años de encierro.
“Disculpe es usted Sybila.... créame he leído mucho sobre usted, y sobre lo que ha estado realizando ahora último por la obra su marido ”
Cordial, cariñosa, amigable, con un acento entre chileno y los “pues” peruanos. Me identifico como lector compulsivo, conocedor de las obras de sus parejas, de su madre –Matilde – y Trabajador Social que labora en La Pintana. “Sí.. sí. No he podido contactarme con la gente que me interesa, la de los esfuerzos de cada día. He estado viendo y me ha visitado mucha gente que conocía y que no recuerdo ahora...”
Luego de unos minutos y de haberla invitado un café, que accedió con una confianza inusual a estos tiempos, nos topamos con un destacado periodista y su esposa, “como está, como ha encontrado Chile... Déjeme decirle que cuando le hice la entrevista al Presidente Toledo, abogue por su caso para que saliera pronto en libertad...” Sybila cordial: “gracias, gracias, si estoy bien...” “Cómo esta su madre. Ya está avanzada en años...” “ella está bien aunque ya empieza a no reconocer a mucha gente”. Luego de la despedida y ante el anuncio “para cualquier problema de todo tipo, estoy a su disposición”, se retira, luego de lo cual me sentencia Sybila: “estos meses hay mucha gente que se me acerca, que me ha dicho lo que hicieron por mi liberación en el Perú y para interceder con nuestras autoridades, que no tengo idea quienes son.... Quien era éste caballero. Usted sabe???” “Sí, sí.. es Jorge Andrés Richards, periodista”.
Luego de preguntarle por sus pasos en Santiago y por indagar sobre la obra de Arguedas, de las tesis y ensayos escritos por Vargas Llosa y otros que ahora no tiene sentido enumerar (en hora buena que mis lecturas inagotables, hayan servido para algo) quedamos de que la invitaría para que conociera La Pintana. “Es mucho tiempo para mí. Las poblaciones de antes ya son otras distintas a las que vi y trabajé... hay tantas cosas por aprender por cambiar nuestras sociedades... Sí invítame, toma mi número”. Increíblemente con la confianza llena de humanidad generosa, Sybila me entrega su número que busca entre sus papeles, me dice donde vive, me pide mis datos (de algo sirven las tarjetas de presentación), y quedamos de acuerdo para que yo le presente esta comuna, la más menesterosa de la región.
Este encuentro me dejo muy contento, y lleno de esperanza, que todavía hay sueños en esta mujer luchadora, idealista, después de tanto sufrimiento y privaciones, alejadas de todo odio, con la seguridad en sus ideales y en la humanidad.
Me recuerda un poema de Teillier: “veré nuevos rostros /veré nuevos días / seré olvidado/ tendré recuerdos”. No, Sybila. No serás olvidada. Hoy te evoco, en ti evoco a miles de mujeres como tu.

Texto agregado el 26-05-2005, y leído por 605 visitantes. (8 votos)


Lectores Opinan
07-10-2011 Bastante interesante. lindero
25-08-2005 Me han dado ganas de leer a Jorge Teillier y saber más de Sybila. Gracias por tu aporte. pearl
14-08-2005 Ni que decir de la forma en que está escrita. Mucho menos del tema. A todas luces un excelente aporte, un cuerpo emisor de esa luz que todos buscamos. Me alegro de haberle robado un par de minutos a los estudios. Y no sólo por el disfrute de la lectura, sino, por una historia -la de Sybila- que ahora estará dando vueltas por mi cabeza (y mis búsquedas en Google) por varios días. Ahora, si no es mucho pedir, que tal si me ahorra el trabajo y escribe la historia de esa infamia. A usted le va a quedar muy bien. Saludos. René america
09-08-2005 Fantástico *****. Me llenó de emoción y admiración. Saludos. duckfeet
24-06-2005 Nos regalas una página de enorme valor, de intensa emoción para los que conocemos la heroica y terrible historia de Sybila, y lo que significó para el corazón de su madre, cuyo libro Adiós al Cañaveral, leí tantos años atrás. Por ahora te dejo mi admiración por tu experiencia con Sybila, naturalmente una mujer como ella capta los valores y sentimientos de quien tiene delante, aunque haya aparecido por generación espontánea, como tú en esa Feria del Libro. Mis saludos! mandrugo
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