Vierte el aroma de tu sexo en mis sentidos,
el perfume de tu piel que se vuelve eterna
que se vuelve noche y la noche celda
y la celda en cruz que se quiebra entre quejidos.

Vierte el camino que me eleva a tus pechos,
deja que me ciegue de la luz de tu perfume
y borracho de tus ojos inconsciente me derrumbe
mientras gimes golpeando convulsiones por mí lecho.

Vierte el mar que ahoga mi precaria voluntad
que entierra bajo las llamas de tu aliento
las confusas velas apagadas por mil vientos
que suplico beber por calmar mi necesidad.

Vierte el fruto licuo de tu sexo y de mi amor,
derrama las lágrimas de tu ángel derrotado
del cielo que tu luz nunca me ha negado
y en la que ambos caímos y derrotamos al dolor.

Vierte ahora la paz con el deshielo del día a día,
cura las llagas rabiosas de nuestra rutina
y esconde los celos que reposan en las vitrinas
donde el futuro los llene de polvo y melancolía.

Vierte tu savia, no importa que nadie nos lo crea,
no importa que mar nos dibuje el horizonte
si del sudor de tu batalla estoy conforme
déjame tan solo despertarme cubierto de tu brea.

Vierte, derrama, se mi hiel y mi fragmento
destroza cada hebra de mi jadeo que te llama
tentación desnuda que en mi éxtasis derramas
el aullido de esta noche que acaba en un lamento.