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Inicio / Cuenteros Locales / kurdt_07 / Yo conocí a Efraim Medina

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Ese cartagenero y yo teníamos una conexión inexistente. Yo lo sentía. Era raro, era como él. Y ayer, simplemente de casualidad, cuando iba subiendo las escaleras hacía el último piso del edificio en el cual vivo, me tope con un periódico de hace tres semanas. Era El Tiempo. Yo acababa de regresar de una semana por fuera de mi apartamento tras estar de sabáticamente sin ir a la universidad, durmiendo en la casa de mi novia (con la cual acababa de terminar) y algo sucio ya que hacía tres días que no me bañaba. Abrí el diario y vi de enseguida un titular grandísimo: “hincha muerto en el Campín”. No le preste atención y viendo que la primera noticia no me conmovía, estaba a punto de dejar esa reliquia en el lugar donde la encontré, cuando también simplemente por casualidad, se abrió una página con el viento. Lo recuero perfectamente, era la 2-6. Decía: “se encontró el cadáver de Efraim Medina, el escritor de los jóvenes”. Mi primera impresión fue de profunda tristeza. Mi autor favorito en mi juventud (hace cuatro años) había muerto. ¿Pero cómo? Leí el artículo. No decía mucho. Sólo que lo habían atropellado en Bogotá y que su cadáver había sido encontrado tres días después ya de haber sido asesinado el escritor colombiano. Después sentí rabia por el imbécil que lo atropello. Y muchos después (mientras me bañaba) sentí rabia conmigo por no ir a su entierro. Fue cuando decidí ir al cementerio de Bogotá (hay estaba enterrado). Salí del baño y me tire en la cama a dormir. A las dos horas me desperté y ojeé sus libros. Lo hice en orden en que los adquirí. Mi ejemplar de Planeta de Érase una vez el amor pero tuve que matarlo estaba casi totalmente destruido. Ya casi todas las páginas se estaban desprendiendo. Lo abrí en una página cualquiera, salió ante mí el título de uno de los capítulos: “Ballenas de Agosto”. Me sentí perdido, pero no lo suficientemente como para volverme loco o siquiera derramara una lagrima. Entonces pensé en deleitarme. Leí el epígrafe de ese libro: “Tú me recuerdas un poema/ que no logro recordar una canción/ que no existió y un lugar/ al que jamás habría ido.” Lo dejé sobre la cama. Y pase algunas páginas de Técnicas de masturbación entre Batman y Robin. Era un buen libro, entretenido. Leí el epitafio: “Nadie que me haya conocido no puede decir que no le decepcione”. Pensé en encontrar eso en su tumba. Lo comprobaría en unas horas. Después cogí los dos libros que adquirí de él. Pistoleros/ putas y dementes, ese poemario que no todos entendieron y que yo leí como un gran homenaje a esa persona que quisiera conocer, Ciro Díaz. EL último que revisé fue Sexualidad de la Pantera Rosa. Era un libro muy especial. Además de su historia bien rara, y el epígrafe que jamás me he cansado de leer (y cantar, porque ese Blues 27 es una canción de su álbum Canciones aún más mediocres), nunca me cansaré de repetirlo, tal y como lo dice la canción: “confiar es el peor crimen y el camino/ más fácil hacia el infierno”. Pero su dedicatoria. Era una locura. Fue el día que conocí a Efraim Medina. El único día que lo vi con vida. Enfrente mío, el único día que me dirigió la palabra. Y es que recuero muy bien ese día. Era el lanzamiento de su libro en La Cueva, ese café bohemio en el cual tanto hablaron los del Grupo de Barranquilla. Y ahí estaba. Era alto, su pelo horrible, igual que él, con una camisa demasiado gay y unos jeans demasiado rotos (y ajustados que lo hacían ver más gay aún), una cicatriz en el brazo (vaya a saber uno como se la hizo). Me hablo y le hable de mi libro. Tal vez dije muchas estupideces y no dije nada interesante (¡qué más puede hacer un fanático enfrente de su ídolo!). Le compré el libro, le pedí que me lo firmara. Y fue cuando comprobé la locura de él. Su estilo determinado. Nuestra conexión inexistente. Puso así en la segunda página de ese libro que ahora tengo en mis manos: “Bogotá, 2005(…) que estos pedazos de vida no sean más que una conexión de complicidad literaria (…) esperando leer tus textos, Efraim (unos espermatozoides pintados)”. El era loco. ¿Por qué Bogotá si fue en Barranquilla? ¿Por qué espermatozoides? ¿Por qué? Y me pregunto todavía muchas cosas de sus libros, cosas que me gusta no entender, y que nadie entenderá ya que el secreto para entenderlas es no entenderlas. Lo vi una vez. Compartí con él una vez, pero de seguro que yo o conocí. Y me fui. Salí del apartamento y agarre un taxi en la séptima con 45, afrente de la universidad y le indique al señor que me llevara al cementerio central, donde lo habían enterrado. Él quería que lo cremaran, pero los de Medicina Legal no sabían eso. Nadie respondió por su cuerpo. Llegamos, pagué, me baje y lo busqué. Fue fácil dar con su tumba ya que estaban en orden de cómo llegaban, por la fecha de la muerte. Ahí estaba. Sé que no era ni cristiano ni musulmán, pero recé una pequeña oración inventada. Levante mi cabeza y leí: “Efraim Medina, 1929-????” Sonreí, y di media vuelta diciendo:
-Pensé que era más joven.

Texto agregado el 20-05-2005, y leído por 817 visitantes. (0 votos)


Lectores Opinan
03-12-2006 Hey A mi me encantan los libros de Efraìm Medina Reyes. Yo lo conozco. Suerte criptex criptexx
21-05-2005 Gracias a Dios.. sumogu
21-05-2005 Porfa dime que es ficcion.. sumogu
 
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