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Sabía que sus mecanismos interiores en principio funcionaban. Que si a últimas fechas venía actuando de manera irregular, sobre todo en invierno, era consecuencia lógica de un ininterrumpido cumplir, quizá por demasiado tiempo. Se sabía viejo, no demasiado tal vez, pero viejo al fin, achacoso de desgastes que el tiempo acumula, hace notar y termina por derrotar e inmovilizar aún a los mejores; el tiempo es, al fin, el único mecanismo que no siente su paso.
Siempre estuvo atento a sus demandas, manifiestas o inconscientes; siempre fiel a sus mandatos, y siempre o casi siempre cumplió cabalmente, salvo cuando ella realizaba maniobras inadecuadas, o peor; cuando no lograba hacerlo acumular la energía suficiente, la preparación necesaria. Pero si todo iba bien, se entregaba por completo, sin reservas, sintiendo en lo más íntimo que esa era la verdadera razón de su existencia. Además gozaba intensamente cada final, cada culminación, lo que indudablemente estrechaba más y más la relación que los unía de ya tanto tiempo. Más aún, cuando lograba descargar toda aquella energía contenida en el momento preciso, cuando ella lo requería.
Esa noche se sentía particularmente cansado. Por decirlo así, su pulso era incierto, y en ocasiones de hecho se detenía. Pero de nueva cuenta ella lo llamaba... y no podía fallarle, no esta vez, ni nunca... hasta donde le diera la cuerda...
El frío lo atenazaba especialmente al amanecer. Se sentía desfallecer a cada momento, la mayor parte de la noche sucedió fuera de su conciencia, pero el recuerdo de ella, de su llamado... lo hizo intentarlo una vez más, tratar de alcanzar la meta de esa noche.
Se concentró en realizar sus movimientos de manera regular y acompasada, como se requería, pues de no hacer coincidir... su mensaje, con el momento en que debía ser lanzado, quien sabe qué consecuencias se podían desencadenar. reposar, descansar en la placidez del no hacer nada; y si esto significaba la muerte, pues moriría. Ya había cumplido suficiente. Pero el sol ya comenzaba a alumbrar franco, ya estaba muy cerca el final de la noche y con ella su misión, así que prosiguió con movimientos sincopados que angustiosamente trataba de acompasar... siguió, tenía que terminar; faltaba poco... muy poco... ... Ella despertó con la claridad incipiente de la ventana, no abrió los ojos, pero despertó. Se frotó los ojos y estiró los brazos girando el torso y bostezando repetidamente.
Apretó los puños contra el pecho y se relajó totalmente. De súbito se incorporó, quedando sentada sobre la cama; sonrió, levantó las cejas sin despegar los párpados y se puso de pié, con un salto un poco torpe.
Qué extraño. Se dijo camino al baño Es la primera vez que me despierto sin que suene el despertador...
Volteó hacia el buró, en donde el viejo reloj de marcha incierta se esforzaba por cumplir su misión. Lo tomó entre sus manos y desconectó la alarma. ... Unos pocos instantes antes de que el martinete, liberado por fin, comenzara a golpear las campanillas simétricas con que remataba su carátula circular, ahora carente en absoluto de expresión.

Texto agregado el 18-05-2005, y leído por 80 visitantes. (0 votos)


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