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I

Me encaminaba hacia mi casa, un día típico en esta turbia ciudad. Era ya de noche, pero había mucha gente circulando en esta ciudad.
Caminaba solo, había demasiada gente en esta gran ciudad, había mucha gente que caminaba sola. Entraba, salía, caminaba, correteaba. Gente solitaria, enmarañada en esta sociedad.
Avanzaba a paso lento, hacia tiempo que no caminaba con tanta tranquilidad. Me puse a pensar, meditar, observar, a contemplar la sociedad. Sus rostros, sus ojos, su boca, su paso rápido y frenético, toda gente solitaria. Y siempre era la misma, cambiaban sus rostros, sus nombres, su sexo, su cuerpo, pero siempre hacían lo mismo con ese tinte de soledad, de abandono, siempre eran los mismos.
Se movían entre sí, sin percatarse que todos estaban iguales. Gente humilde que intentaba sobrevivir, gente que pedía limosna, mientras pasaban todos encerrados en sus mundos, en sus corazones, ciegos de pasiones. Gente rica y adinerada, bien vestida, creyendo que su futuro era feliz y concreto, encerrados en sus deseos de voluptuosidad. Gente que hablaba con gente, como quien le habla a la pared, sabiendo que el otro es de piedra.
Gente que intenta clonarse, tratando de imponer su pensar, su cultura, su poder de encierro, su dolor para su comprensión, encierro de humedad y angustia, encierro en su sucio cuerpo. Gente aprisionada y temerosa, miedo hacia la misma gente, miedo al pobre, miedo al rico, miedo al joven, miedo al viejo, miedo a la vida, miedo a la muerte, miedo al futuro, miedo al seguir vivo, miedo a si mismo. Y yo mientras me decía a mí mismo: ¿para que sigo vivo en un mundo de seres temerosos?
En ese momento iba a cruzar una calle, pare en la esquina, pero pasaban muchos autos, rápidos, acelerados, apurados creyendo que jamás llegaran. Miro mi reloj con un bostezo, tenia sueño, y me quede mirando el piso y cerré los ojos.

II

Estaba en un pequeño cuarto, gris, húmedo, putrefacto, había una puerta con barrotes, era una especie de calabozo. Miro por entre estos barrotes y veo que a unos pasos hay un inmenso abismo, un oscuro y denso abismo. Del otro lado veo que hay mas calabozos como este, una infinidad de calabozos hacia los lados, hacia arriba y a abajo. Una densa pared de calabozos, enfrente de otra, y entre estas un abismo infinito, espeso abismo.
Había poca luz, mire hacia arriba y vi, un cielo gris, emitiendo una luz tenue, un cielo que no cambiaba, nunca de noche ni de día, sino gris, frío gris, triste gris.
Me quede observando el lugar donde estaba encerrado, había una pequeña cama, y una pequeña puerta al lado de la cama donde caía un plato con algo que supuestamente lo debía comer.
Empecé a meditar sin entender nada, no se escuchaba nada en ningún lado, me sentía muy solo y temeroso. Me di cuenta que no recordaba nada, que no tenia pasado, no tenia indicios de quien era, mis vestimentas no decían nada, no había insignias de ningún tipo. Pasaba el tiempo y no podía escuchar, silencio eterno y penetrante.
Comía lo que aparecía, sin hambre ni gula, la comía porque sentía que era lo normal, que era mi deber, la comía con un extraño placer interno, pero luego de ingerir me sentía desdichado.
Así pase largo tiempo, consternado por mi situación, entrando en estados de desesperación total. Unas veces agarraba el plato y lo tiraba por el abismo, pero siempre volvía, constantemente, asiduamente, para que yo coma de eso, sin saber porque, solo tenia que consumir, sin pensar, sino por un supuesto efímero placer, que me consumía.

III

Nunca sentí un gran dolor, ni goce, ni cansancio, ni hambre, ni nada, no sentía mas que el frío silencio y abandono. Sentía que así había vivido toda la eternidad, antes, ahora y después. No atinaba a intentar nada, yo me resignaba a este mundo.
¿Pero como, como podía ser que yo, por lo menos, pudiera pensar y cuestionar, darme cuenta que algo estaba mal, que sentido tenia que yo este ahí?
En ese momento me invadió la angustia, de no poder compartir mi dolor, mi pensar, de que nadie escuche mis gritos ahogados de dolor.
De pronto la puerta se abrió, y un impulso me manejo, me controlo sin mi consentimiento. Salí por la puerta, camine por un estrecho sendero que había entre los calabozos y el abismo, mientras que yo no me controlaba, no sé que o quien me controlaba. Mire hacia el abismo y empecé a vomitar, sentía que mi alma se escapaba por mi garganta, sangre y dolor era lo que escupía, y todo caía en la infinidad del oscuro abismo.
Dentro de esa agonía pude ver que en todo el muro, de mi lado y del de enfrente, había gente haciendo lo mismo que yo, gente controlada, manejada, como yo, pero yo era el único que se percataba de tales hechos, parecía que era el único y los demás eran maquinas. Pero igual a mí me manejaba algo y no podía detenerme.

IV

Pasaba mucho tiempo ya de que yo estaba ahí escupiendo inmundicias. De pronto pare, entre a mi celda, la puerta se cerro, me acosté y me dormí.
¿Qué pasaba allí?¿De donde salieron todos, de donde salía yo?¿Quién nos puso aquí?
Me preguntaba constantemente el ¿Por qué? De todo esto.
¿De donde había salido yo, los demás y toda esta estructura?¿Qué era este mundo?
Siempre que comía sentía un goce al tragar, un instante, un efímero placer, y al pasar eso sentía mas angustia, y ansiaba comer mas, y mas angustia tenia, y mas y esta crecía al comer, y al querer algo de ese efímero placer.
Varias veces pasaba que algo me controlaba mi cuerpo y salía a expulsar inmundicias.
Pero un día me pregunte ¿Había más gente que meditaría como yo las cosas?
Y me di cuenta que a pesar de mi soledad, mi dolor, mi ansia de goce, me di cuenta que tenia que hacer algo.
En ese momento apareció un plato con esta especie de comida, y yo la deseaba, la aclamaba, la amaba, si amor, amor destructor, amor angustioso, amor ponzoñoso, odio.
La miraba, ese néctar y ambrosía de los dioses, ese suculento plato de goce, efímero placer, si placer, goce, lo quería, lo ansiaba, lo odiaba.
Así torturándome estuve mucho tiempo, o creí que lo había estado. Asta que se abrieron las puertas, y nada me controlaba, nada me manejaba, y por primera ves el silencio se callo, escuche, escuche el ruido de las verjas, escuche los vómitos de cientos de miles de muertos vivos como yo. A pesar de mi espanto salí a ver, los vi, infinidad de seres vomitando lo mismo que ingerían, odio, miedo, placer y deseos de muerte.
Pude ver, oír, oler, todo esa inmundicia que era ese mundo. Pero yo no estaba haciendo lo mismo, así que entre a mi celda a meditar.
Ya no era como los demás y al mismo tiempo lo era. Al ver tantas personas en ese estado me dio asco mi corto pasado, mi monótono pasado, de odio, soledad y temor.
¿Había mas gente como yo? Me pregunte, a ver si podía salir de aquí, con mas gente y comunicarme.

V

Observe el plato del placer indignante, y me dio asco, y vomite, pero no era normal eso, sentía que hacia algo en contra de todo este sistema. Me sorprendí al ver, pasmado, lo que había expulsado, una rosa azul con un papel. El papel decía:

“Distinto
Soy distinto
Soy el mismo
Soy el poder de la rebeldía
Mi bravura infinita me posee
Observo
Contemplo y aprendo
Soy ellos
Soy tu
Soy todo
Soy Abraxas”

¿Qué era eso?¿Cómo había vomitado un papel y una rosa?¿Qué era Abraxas? A pesar de eso me sentía muy bien, fatigado, cansado por primera ves me acosté.
Desperté, agarre la rosa y la guarde debajo de la cama, leí nuevamente el papel y seguí atontado.
Sentí poder, ganas de destruir, agarre el plato y lo tire al abismo. Golpee todo, grite desesperado. Y se abre la puerta, salí y vi esa gente. Vi al hombre que estaba en la celda contigua, lo vi vomitando, famélico, muerto. Un odio se encendió en mi, odio no a el sino odio al ver que este hombre seguía igual, vomitando, pudriéndose, y sentía que debía exigir en él lo mismo que hice yo. No supe que hacer, no podía hablar, mi boca no emitía sonido alguno, con impotencia y odio a todo fui y lo golpee, lo golpee con toda mi fuerza, con odio, con asco, con dolor. Pare y lo vi tendido en el piso, sin moverse, y lo que más dolor me dio fue que no se defendió. Lo vi, lo sentí. Y llore desconsoladamente, entre a mi celda llorando, sintiéndome mas solo que nunca, después de lo ocurrido, lloraba no por él, sino por mí. Llore, grite, tosí y vomite. Una rosa roja había en el piso y un papel. Este decía:

“Estoy vivo
Avanzo vivo
Grito
Aprendo
Amo y odio
Contemplo los seres
Me contemplo
Me veo distinto
Fuerte
Con anhelos
Soy el bien y el mal
Soy lo que hago y lo que hacen
Soy y busco
Busco justicia
Me encuentro
Si soy yo
Soy Abraxas”

De vuelta ese nombre. Reflexione pero no pude entender mucho, sentía que algo se comunicaba conmigo ¿O era yo mismo? Agarre la rosa y la guarde.
Nunca mas aparecieron platos, ni tampoco ganas de que vuelvan, me di cuenta que ya no podía volver a ser el de antes.
Se abrió la puerta y más de lo mismo. Esta ves no golpee a nadie, observe que el hombre que había golpeado no estaba mas y había otro. Me quede pensando donde había ido el otro, y se me cerro la puerta.
Quede afuera de la celda, en esa infinidad de camino ¿Qué aria?
Empecé a correr por el camino, viendo las celdas oscuras, húmedas, humeantes, con su fantasma interior. El camino este era infinito. Me pare a orillas del abismo, y vi que del otro lado del abismo, en los calabozos estaban igual, acostados, dormidos. Así que me propuse a ir a mi celda, en ese momento vi a alguien del otro lado del abismo en su celda, que no dormía, sino que miraba por los barrotes. Me hizo acordar a la vez que me sentí por primera vez allí. Mire a esa persona, era una mujer, triste como todos, pero con algo de vivacidad en los ojos. Cuando me vio se desespero, y con miedo se interno en su celda.
Extrañado entre en mi celda, pero con algo nuevo, sentía algo diferente, sentía alegría, por primera ves vi ojos de vida.
Me acosté y dormí profundamente. Desperté con ganas de volver a salir. Cuando pude salir recorrí el camino, intente comunicarme con los demás, pero nadie salía de su abstracción. Busque a la mujer que había visto antes, pero donde ella estaba había una celda vacía.
¿Se abría escapado? No lo supe. Entre a mi celda y muy angustiado llore, llore sin lagrimas, y escupí. Una rosa negra y otra nota, que decía:

“Soy la perdición
Soy el dolor del desencuentro
Soy el amor a la soledad
Soy la esperanza de la continuidad
Soy el odio y amor
Soy ellos
Soy ella
Soy tu
Soy la moderación
Soy Abraxas”

Guarde la rosa con las otras dos, odiando todo, y con un ataque de furia, locura, amargura, grite y desmaye.

VI

Desperté algo más tranquilo, pasivo, y justo se abría mi puerta. Salí caminando a paso lento, observando, escuchando, sintiendo, contemplando. Salí caminando sin buscar, solo contemplando con mi tranquilidad. La veo, y sin que pudiera hacer de mi cuerpo instrumento, algo me manejo, me deje controlar, me deje manejarme por mi voluntad, me deje someter a mi exclusivo deber de mi ser. Y me subí al muro del abismo y le grito a aquella bella mujer: ¡Abraxas!. Ella me miro y me vio con delicadeza, y me grito: ¡Abraxas!. Nos quedamos mirándonos por largo tiempo. Y en ese instante los dos entramos a nuestros respectivos calabozos. No me había cerciorado que su celda estaba justo enfrente de la mía, sólo separada por el abismo.
Entre en mi celda, agarre las tres rosas, y salí afuera, la vi, me vio, nos vimos, me acerque a la orilla del abismo, y ella también, y con todas mis fuerzas salte para alcanzarla, y ella hizo lo mismo. Saltamos para estar juntos, y juntos caímos en la infinidad del abismo.

VII

De pronto un bocinazo me hizo volver y abrir los ojos, ya podía cruzar. Y automáticamente crucé.
Caminaba sonriente, feliz, contento, radiante, alegre.
Llegue a mi casa y agarre un papel y en él escribí:

“Soy la luz
La oscuridad
Soy el amor mas profundo
EL odio más intenso
Soy todo
Soy todos
Soy feliz
Me tengo a mí
Me amo
Y amo
Tengo algo
Tengo todo
Tengo a alguien
Tengo sabiduría
Tengo contemplación
Soy Abraxas”

Salí de mi casa, y agarre una rosa blanca que había en el jardín de una casa, y empecé a correr feliz, a buscar a mi amor perdido, a mi dolor mas dulce, a mi Abraxas.


Texto agregado el 16-05-2005, y leído por 144 visitantes. (1 voto)


Lectores Opinan
16-05-2005 Muy buena vision del egoismo diario que se vive en las calles, de las celdas a las que estamos a vivir eternamente confinados en nuestra rutina automata, ausente de sentimientos reales PsichoChaman
 
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