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Estoy tan enojada: hace dos días que no puedo ir al colegio porque estoy enferma de la guata. Yo igual quería ir, pero mi mamá no me dejó y me tiene en cama; ya me he visto todos los monos como tres veces cada uno y lo peor es que con esto de faltar a clases de nuevo no pude romper mi record de asistencia, y voy a tener que esperar hasta el próximo año cuando este en cuarto y ahí si que no tengo que faltar ni un día.

Me empezó a doler la guata el lunes en la tarde, cuando llegué de la casa de la Normi, que es la mamá de mi mamá. Resulta que el lunes era feriado, la nana no viene los feriados, y como mi mamá tenía una reunión con sus amigas, me dejó con mi abuela. Cuando llegamos era bien temprano, yo todavía estaba media dormida y me pasé directo a la cama de la Normi para seguir durmiendo, pero no por mucho rato, porque ella llegó al tiro con el desayuno. Traía una bandeja con tanta comida: leche con chocolate, huevos a la copa (que ella le dice vivitos), tostadas con harta mantequilla, jugo de naranja (de esos de verdad, no los de caja que compra mi mamá, si me salió hasta una pepa) y una fuente con frutas picadas como para darle a una familia entera de monos. Apenas me tomé la leche, y ya no me entraba nada más; yo lo único que quería era seguir durmiendo, pero la Normi se sentó en una silla frente a mi y me vigiló todo el rato. Cuando estaba intentando comer, me acordé de un libro que había leído en el colegio: en el cuento, la abuelita le contaba historias a sus nietos, mientras les tejía unos gorros, y ellos lo pasaban súper bien. Entonces, se me ocurrió que la Normi me contara cuentos y me tejera un gorro mientras me tomaba el desayuno porque, si era abuela, seguro que sabía tejer y contar cuentos. Pero tengo muy mala suerte. Resulta que no se sabía ningún cuento, y entonces le dije que me gustaría mucho que me hiciera un gorro de lana, como el que le tejía la abuelita a sus nietos en el cuento, pero la Normi tampoco sabe tejer.

La cosa es que, como la Normi no tiene cable ni tampoco se sabe cuentos, me estaba aburriendo tanto que hasta me volvió el sueño. Ya se me cerraban los ojos, mientras ella me decía:

- Ya, Panchi, tómese todo el desayunito para que crezca grande y linda – me miraba con la cara llena de risa y las manos juntas entre las rodillas.
- Es que no me entra nada más – le decía yo, suplicando media dormida.
- El huevito, por lo menos – me dijo la Normi, y me tuve que comer el huevo…

Con el desayuno se me quitó el sueño y me fui a la cocina, donde mi abuela estaba pelando papas para el almuerzo. Entonces, pensé que a lo mejor me podía contar un cuento inventado por ella mientras cocinaba. La Normi encontró que era una súper buena idea, me alcanzó una compota de frutas, y empezó:

“Veras Panchi, cuando yo era lola había un cantante muy buen mozo que cantaba precioso, muy, muy romántico: se llamaba Camilo Sesto – la Normi puso los ojos medios blancos de solo acordarse de ese cantante y aprovechó que yo ya me había comido la compota para darme un yogurt – Una vez fui a verlo actuar… mmmmmmmm – seguía con los ojos blancos y se puso a cantar – Me acostumbré a tus besos y a tu piel color de miel/ a la espiga de tu cuerpo… lalala …/ algo de ti… lalala…/ – dejó a un lado las papas y se fue no sá a donde, pero volvió con un casete que puso en la radio de la cocina. Parece que era de ese cantante Camilo, porque se puso tan feliz cuando empezó a tocar, mientras entre tanto canto, papas, tutos de pollo y baile, me preparó un tremendo sándwich de jamón con queso, que no me di ni cuenta como me lo comí.

A esas alturas, ya me tuve que desabrochar los pantalones porque tenía la guata súper grande: había comido tanto en ese rato que ahora si que no me entraba nada más. Así que le dije a la Normi que tenía ganas de ver tele y me fui, pero no alcancé a ver casi nada porque allá llegó mi abuela todavía cantando:

- ¡Panchi! A poner la mesa para el almuerzo
- ¡Diablos! Si apenas terminé de comerme un sándwich, y ya me toca almuerzo…

El almuerzo fue horrible: la Normi cantaba y desfilaba con un montón de comida. Primero me sirvió un tomate relleno con lechugas, después llegó con un tremendo plato de cazuela, con tanta cosa que parecía un puré entre porotos verdes, zapallo, papas, choclo y una pobre pata del pollo que estaba como enterrada entre tanta verdura. Yo, ya no podía comer más, hasta tenía arcadas.

- Normi, de verdad ya no me entra nada más – ya tenía la cara verde y en la guata todo me daba vueltas.
- Coma no más, para que crezca grande y linda – me decía mi abuela, sin ni siquiera darse cuenta de las arcadas que tenía.

Menos mal que a la Normi se le ocurrió comer ají, mientras iba a la cocina a buscarlo, aproveché que no estaba y agarré mi plato de cazuela para tirarla toda por sobre la baranda de la terraza. Justo cuando me estaba sentando con el plato pelado, llegó toda contenta con su ají, y yo haciéndome la tonta, le dije.

- ¡Que rica estaba la comida! – y hacía como que todavía estaba masticando, para que me creyera.
- Que linda, mi chiquilla, como se comió toda la comidita – me dijo, y se volvió a parar para traerme el postre.

Cuando vi un inmenso plátano, todo cubierto con leche condensada, pensé que ya no iba a poder aguantar las ganas de vomitar.

- Normi, de verdad, no me entra nada más – yo creo que mi abuela está un poco sorda, porque ni caso me hizo.
- Cómase el platanito Panchi, si está muy rico – yo no le pude contestar nada porque justo tenía una arcada en esos momentos – Si se come el postercito, yo le cuento un secreto – y a mí me gustan tanto los secretos, que no sé cómo me comí el plátano para que me contara.

Yo estaba tan emocionada con lo del secreto de la Normi, que hasta le ayudé a lavar los platos para que me contara luego. Pero parece que a mi abuela se le olvidó lo que me tenía que contar, porque de nuevo puso el casete de ese Camilo y siguió cantando.

Es cierto que la Normi es re mala para los cuentos, pero para jugar al naipe es bien buena. Me enseñó un juego en el que teníamos que apostar y, como yo no tengo plata, me pasó un paquete de galletas y nos imaginábamos que eran monedas: la que ganaba se quedaba con las galletas de la que perdía. A mí se me ocurrió que, para hacer el juego más entretenido, el perdedor tenia que cumplir una penitencia. Al principio, yo gané todos los juegos y a la Normi le daba como penitencia cosas bien divertidas como saltar en un pie o bailar como mono, pero después mi abuela me empezó a ganar y lo único que se le ocurrió como penitencia era “cómase una manzanita”, después “tómese un vasito de leche”, y así todo el rato. Pero lo peor fue en el último juego que me ganó: ahí se paró de su asiento y volvió con un tremendísimo pan con tomate, lechuga, palta, porotos verdes, mayonesa y un enorme pedazo de carne. De solo verlo, me dio de todo.

- Ya Panchi, de penitencia se tiene que comer esta cosita, y después le cuento el secreto – la Normi ya se había dado cuenta que me encantaban los secretos, pero no contaba nada.
- Normi, de verdad que no me entra nada más – ya no quería volver a ver comida, yo creo que se me había quitado el hambre para el resto de la vida.

Pero para variar la Normi no me hizo ni caso, y nuevamente me tenía comiendo apenas, mientras yo hacía el esfuerzo para ver si ahora me contaba el famoso secreto. Por suerte, en eso sonó el teléfono y yo aprovechando que fue a contestar … suácate: tiré el sándwich por la ventana de la cocina. Para cuando la Normi volvió, yo tenía todas las cartas ordenadas en su cajita y estaba tranquilita, esperando que me contara eso tan misterioso.

- Esto es un secreto Panchi, no se lo puedes contar a nadie – me dijo tan seria que yo creo que debe ser algo tremendo. A lo mejor me quiere contar que esta pololeando con ese Camilo que canta.
- Te juro Normi que no le cuento a nadie – igual crucé los dedos en la espalda, por si se me salía el secreto y no tener que irme al infierno.

Pero, resulta que no me contó nada porque justo sonó el timbre y ella se fue feliz a ver quien era. Yo seguía esperando tranquilita, hasta que escuché el medio grito.

- ¡¡Panchi ven aquí ahora mismo!! – yo me paré súper apurada, y fui donde mi abuela – ¿Qué significa esto? –
- Uuf, ¡diablos! Qué mala pata.

Ahí en la puerta del departamento estaba el conserje, todo chorreado de palta y mayonesa, con un pedazo de tomate en la cabeza, unos porotos verdes que le salían por las orejas como ramas de árbol y toda la chaqueta manchada con jugo de carne. No pude decir nada, porque me dio asco y como había comido tanto ese día, me puse a vomitar ahí mismo, en la entrada del departamento. A la Normi ni siquiera le dio pena ver lo mal que me sentía y me siguió retando, que de donde sacaste esas costumbres, que hay niños que no tienen para comer y tú botando el alimento y blá, blá, bla todo el rato, mientras yo seguía vomitando.

Resulta que la Normi estaba tan enojada, que no me contó ni medio secreto y más encima me hizo limpiar el vómito y lavar la chaqueta del conserje, que yo creo que es bien tonto. ¿Cómo se le ocurre andar dando vueltas por debajo de las ventanas, si nunca sabes si puede caer algo, no sé, agua o por lo menos caca de paloma?

Cuando terminé de lavar y limpiar me fui donde la Normi a pedirle disculpas, ella me miró bien seria, me tomó de una mano, me dio un beso y me dijo que estaba disculpada, pero que no lo volviera hacer. Que si no quería comer se lo decía, y ya. Yo casi le contesto que eso fue lo que trate de decirle todo el rato, pero mejor me quede callada. Después mi mamá llego a buscarme.

Ese lunes en la noche, después de llegar a la casa me fui directo al baño porque me dolía la guata, traté de mejorarme rápido tomando harta agua de manzanilla, pero no pasó nada. Así que mi mamá llamó al pediatra para que me fuera a ver. El dijo que estaba con indigestión por “ser golosa y comer mucho” y me dejó en cama con pura sopa de pollo. Lo peor es que no puedo ir al colegio y ya perdí mi record de asistencia de nuevo, todo por la comida de la Normi.

Esto de estar en cama viendo puros monos repetidos es tan aburrido, que hasta me puse a pensar en la abuela que me tocó, y resulta que no tiene nada que ver con las abuelitas de verdad: le digo Normi - no abuelita -, es flaca, tiene el pelo corto y negro, no usa lentes, le encantan los cantantes (si hasta creo que esta enamorada de ese famoso Camilo), tiene un secreto que no me contó, no se sabe ni un solo cuento, no tiene idea de cómo se teje y lo único que hace cuando estoy con ella es darme comida. Pero con todo y lo rara que salió la Normi, igual es re entretenida. Ahora me tengo que mejorar rápido para poder ir a verla y rogarle que me cuente el secreto, porque a estas alturas ya me estoy imaginando cualquier cosa y, si no me muero del dolor de guata, seguro que me muero de la curiosidad.

Texto agregado el 11-05-2005, y leído por 178 visitantes. (2 votos)


Lectores Opinan
06-05-2006 ********, excelso impresa
11-05-2005 Excelente cuento, El amor de las madres y abuelas siempre con comida, ahh que belleza!! Felicidades... LuciaXpaz
 
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