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1

Cuando desperté inmediatamente sentí el metálico aroma de la sangre muerta. En ese momento no sabía si estaba vivo o muerto, fue hasta que trate de mover la arte inferior de mi cuerpo cuando descubrí que debía estar muerto. Todo lo que había era un espectáculo anatómicamente obsceno y supe inmediatamente que no estaba bien, de hecho, distaba mucho de estar bien o mal, simplemente no estaba. Había un revoltijo de tubos, sangre, huesos, piel y vidrio. Mi cuerpo parecía una piñata reventada cuyo premio había sido una jarra llena de jamón.

Ahora que lo pienso, no debí impresionarme tanto, después de todo, mi carro había sido partido a la mitad por un tren. Lo cómico fue que yo no iba conduciendo, yo iba en el asiento trasero del auto. Lógicamente a mi primo, que iba manejando, le fue peor; logro sobrevivir pero nunca volvió a caminar ni ver.

Lo que importa es que yo estaba muerto y lo sabia claramente. Al intentar ponerme de pie, lo logre, al tratar de caminar, caminé. Pero al tratar de vivir, fue cuando las cosas se pusieron frías.

Desde ese momento, al tratar de vivir, de sentir, todo pasó a la velocidad de la luz. Parecía que mil cometas se estrellaron contra mi cara. Todo blanco, todo limpio, todo fugaz. Y justo cuando empezaba a creer que estaba entrando al paraíso, a la dicha eterna, ¡PUM!, una pedrada en la cabeza. Vi claramente como dos tipos con batas y guantes me miraban, pero no me sentían.

― Parece un muñeco a medio moler
―Si, parece carne molida, ja ja.

Si, ja ja ja que chistoso idiota, ¡estoy vivo!, ¡te oigo estúpido!
¿Estaba realmente vivo?, ¿lo oía en realidad? No y si. Si lo oía pero ellos no me oían, no me sentían, solo me sacaban de los restos retorcidos del auto, me metían en una bolsa negra y me mandaban a la morgue.

En cuanto llegue a la morgue me cambiaron de bolsa y logre ver un poco, ahí todo era frió y distante, oscuro pero a la vez brillante (gracias a largos tubos de neón), era un lugar donde solo las almas se sienten cómodas. Después de eso me envolvieron en la oscuridad plástica hasta que llegaran a reconocer mi deshecho cuerpo.

Después de asimilar mi propia muerte trate de recordar con exactitud como había muerto, pero algo me lo impidió; alguien llegó a reconocer mi cadáver. Como yo no podía ver (estaba dentro de la bolsa) solo escuche pasos, pasos de dos personas que venían hacia mi, eran el forense y mi hermana, los podía sentir. Podía sentir la tristeza y sorpresa de mi hermana, sentía el aburrimiento del forense. Entonces, después de 13 horas, pude ver esa luz sintética y la destrozada cara de mi hermana que en sollozos logro decir, “es el”. Desde ese momento estaba oficialmente muerto.

2
En el funeral todo lo que podía ver era el techo de la habitación y las paredes de mi ataúd. Era un ataúd bonito, elegante y alegre. Tal vez suene estúpido pero tenía que fijarme en esos pequeños detalles, ese ataúd iba a ser mi hogar hasta que… ¿Hasta que? ¿Que seguía de eso? Ni en ese entonces lo sabía ni hoy lo se.

Se acerca mi madre. La veo devastada, perdida, impotente. Mi hermana trata de calmarla:
―Calma mamá, el esta en un lugar mejor ahora.
¡Aquí! ¡Aquí abajo! ¡Hola!
Consideren que en ese momento yo estaba igual de sorprendido que ellos. Claro, yo lo vivía todo desde otro ángulo. Desde el ángulo más horrible en que se puede vivir una situación diría yo. El ángulo del que esta y no esta, es que es y no es.

Yo era testigo silencioso de llantos, tristezas, alegrías, enojos, oraciones maldiciones y todo tipo de sentimientos que ni la mas vasta de las conciencias soportaría (es increíble todo lo que puede caber en un funeral).

Y así pasaron las horas, y me di cuenta de algo, yo era igual que ellos, igual de ingenuo. Desperdiciaba todo tipo de líquidos corporales en memoria del difunto, creyendo que le hacia un favor a sus familiares y a el, que lo ayudaba a llegar a un lugar mejor. Pero al igual que ellos ignoraba la estúpida sencillez de la muerte.

3

Dentro de la tumba siempre se esta solo. No te sientes solo en el mundo, no, te sientes en un mundo solo, eres un mundo. Lo único que puedes hacer es recordar, pensar tus recuerdos, recordar tus pensamientos y, como ya no hay neuronas que quemar, puedes pasar años pensando si tu tía se llamaba fina o tina.

Esto es el verdadero infierno, nada de látigos, nada de golpes ni fuego. Solo eres esclavo de tus recuerdos, prisionero de tu memoria, eres un punto blanco en una hoja blanca, vació y sin sentido. Tratas y tratas pero nada nuevo sale, solo esto, memorias. Quisieras morir, dulce ironía.











Texto agregado el 11-05-2005, y leído por 229 visitantes. (4 votos)


Lectores Opinan
24-05-2007 me atrapo. soy la que dice: es el tbalme
01-03-2006 muy bueno. mis estrellas***** cronos79
16-01-2006 escalofriante, humor negro, intenso.., buena madera. luzyalegria
12-05-2005 amm muy atrapante la historia, y el final me encantó, buen texto:) Yuridia
11-05-2005 pero qué bueno, hay mucha cratividad en tu texto doctora
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