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Desperté con la mente en blanco y con una extraña sensación que no pude explicar. Todo parecía normal; bueno, casi todo. La oscuridad en mi habitación, me dejó en claro que aún no había amanecido, por lo que volteé hacia un lado y traté de dormir nuevamente.
Ahí estaba otra vez, listo para empezar algo que desconocía. Yacía en medio de un camino de aspecto tenebroso . Hacía mucho frío y casi no había luz. Con gran temor, comencé a caminar lentamente, presintiendo que algo iba a suceder. En el horizonte, divisé una sombra que se acercaba muy de a poco. Había algo en ella que produjo en mí cierta curiosidad, por lo que aceleré el paso para llegar a su encuentro. Pero mientras más me acercaba, la sombra se desvanecía . Pensé en correr, pero luego comprendí que sería inútil.
Nuevamente abrí los ojos. Ya era de día. Me levanté algo dormido y me dirigí al baño que está junto a mi habitación. De a poco comencé a recordar el extraño sueño que había tenido. Solo vi imágenes confusas que no decían nada , por lo que rápidamente me olvidé del asunto.
Fui a la cocina y no escuché ruido alguno. Salí a la calle y no vi autos, ni gente como solía ser normalmente . Todo eso me hizo entrar en desconcierto. Parecía ser que ese día, todos habían decidido quedarse en casa. No le tomé mucha importancia a lo que estaba pasando y entré nuevamente. En medio de todo esto sonó el teléfono. Contesté y una voz me dijo: “abre los ojos, nada es lo que parece...”
Desesperadamente corrí sin rumbo alguno. Todo esto empezaba a asustarme. La inseguridad se apoderó de mi ser y por más que me esforcé, no la pude alejar de mí. Miraba hacia los lados y percibí cierto aire de pueblo fantasma . Tenía razón; no todo era normal ese día.
A mi mente llegó el recuerdo de la sombra con que soñé y empecé a creer que todo esto estaba relacionado de algún modo. No quería creerlo, pero en ese momento comprendí que estaba solo; completamente solo.
En cierta forma, no todo era tan malo. Al menos ya no tendría que esforzarme en entender a las demás personas y excusarme cada vez hiciera algo que no sea del gusto de todos . Tampoco me sentiría culpable por caer repetidas veces en grades contradicciones e incoherencias, pues no habría ser alguno que estuviera ahí para reprocharme. Felicidad no es la palabra exacta para describir el sentimiento que estaba experimentando. Más bien, era una pequeña sensación de alivio y tranquilidad. Me fui a casa y no pensé en nada más que en mi cama.
Estuve horas postrado sin poder dormir ni por un segundo, resignándome a permanecer despierto. Tomé un lápiz y un papel sin saber por qué. Era algo que iba más allá de mí. Quizás fue para matar el tiempo o tal vez fue simplemente un acto instintivo ante el agobio que sentía por no poder conciliar el sueño. Empecé a rayar descontroladamente la hoja y como ya no quedaba espacio en ella, busqué otra. Así lo hice en repetidas ocasiones, hasta que en un momento mi mente se quedó en blanco, al igual que ese mismo día en la mañana. Sólo pensaba en una frase que había escuchado alguna vez y que en ese momento no podía recordar. Sentí que todo a mí alrededor estaba congelado y que nada más existía yo y mi pensamiento. Me pasé en vano toda la mañana buscando aquellas palabras, pero luego pensé que no era necesario lidiar contra el olvido y que tal vez con el correr del tiempo las recordaría .
De un momento a otro, sentí un hambre infernal que me obligó devorar gran parte de lo que contenía mi refrigerador. Ya saciado, me dio una gran sed y rápidamente me dirigí al baño y bebí un poco de agua. Sentí un ruido detrás mío, me di vuelta y en el espejo vi algo que me exaltó de sobremanera; era la misma sombra con la que había soñado, pero a diferencia del encuentro anterior, la veía nítidamente. No ahondaré en su descripción, ya que no creo tener las palabras exactas para retratar el aspecto de tal extraño ser. Me limitaré a decir únicamente que era de gran altura.
Nos quedamos mirando frente a frente por unos segundos, hasta que sucedió algo realmente extraño: sin tener siquiera la necesidad de abrir la boca, empezó a transmitirme una gran cantidad de pensamientos e ideas que me dieron a conocer lo que estaba pasando en ese momento. Muchas de las preguntas que por años habían inquietado mi mente, se respondieron de un segundo a otro. En ese momento comprendí lo estúpido que se puede llegar a ser por no darse cuenta de lo evidente y negar una y otra vez hasta las cosas más mínimas. Tantos momentos de desconsuelo se ven reducidos a la simple incomprensión de una pregunta que, posiblemente, nunca será respondida.
Después de meditar todo esto, miré a mi lado y no vi a la sombra, lo cual no me trajo mayor preocupación, pues ya me había quitado toda la curiosidad que tenía en torno a ella.
Recordé la frase en la que había estado pensando anteriormente, pero lentamente mis ojos se fueron cerrando contra mi voluntad, obligándome a caer tendido en el piso.
Al despertar vi que todo se comportaba normalmente. Salí a la calle y vi a la demás gente como cualquier otro día. Fue extraño, pero por primera vez me sentí feliz con cosas tan simples como esa y sentí que la soledad es el peor castigo que el hombre puede recibir en vida.
Pensé nuevamente en aquellas palabras que me habían quitado toda una mañana, pero fue inútil. Nuevamente la memoria me había jugado una mala pasada. Tal vez, con el paso de los días las volvería a recordar.

Texto agregado el 09-05-2005, y leído por 115 visitantes. (0 votos)


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