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Dicen los habitantes de una región costera en América Latina, que el Señor del Traje Azul apareció por primera vez en un pequeño diario de la localidad, colocando un escueto anuncio en la sección de clasificados que decía:


Si necesitas consuelo, si necesitas quien te escuche,
si necesitas consejo, llámame y yo te ayudaré sin
costo alguno.

El Señor del Traje Azul



Cuentan que el Señor del Traje Azul tenía una voz transparente y tranquila al teléfono, algunos dicen que era la reencarnación de algún sabio, otros dicen que era un viejo que había viajado por todo el mundo y sabía las costumbres y las lenguas de todos los países, unos más aseveran que era un muchacho que fingía la voz para parecer mayor, unos pocos más creen que era un grupo compuesto por la participación de varias personas, que se rolaban turnos para contestar el teléfono y servir de una oreja amiga para aquel que necesitara el consuelo de ser escuchado. Cuando alguien le preguntaba después de la charla sobre su persona y su vida personal, el Señor del Traje Azul contestaba:

-No importa quien sea yo, soy todos y soy nadie. Podría ser un total desconocido para ti, o podría ser tu vecino o tu hermano. No importa, sólo soy un oído que escucha y una voz que comprende, mi personalidad humana no tiene importancia.


El Señor del Traje Azul, cuentan los pocos que aún viven de los que pudieron hablar con él en sus primeros días, que no siempre tenía el mismo número telefónico, más bien, cambiaba con una frecuencia bastante alta y llegaba a tener hasta cuatro o cinco números telefónicos distintos al año. Eso sí, no importaba a que hora del día o la noche llamara uno al Señor del Traje Azul, él siempre contestaba sin importar si eran las cuatro de la madrugada, o día festivo. Trabajaba además todos los días del año, igualmente los domingos y los días de fiesta. Y lo más sorprendente, no importaba cuántas personas llamaran simultáneamente al Señor Azul, él siempre atendía todas las llamadas. A veces los muchachos más jóvenes hacían experimentos para determinar cuántas personas a la vez podía contestar el Señor del Traje Azul, algunos dicen que llegaron a llamarlo a la vez hasta siete personas, otros dicen que diez, otros que quince. Y a pesar de que algunos pensaban que era un joven que fingía la voz, otros que era un hombre maduro y otros que era un viejo, al comparar apuntes de las conversaciones todos quedaban estupefactos ante la impresión de haber hablado todos y cada uno de ellos con la misma persona.

Empezó la fama del Señor del Traje Azul a propagarse por varias ciudades y poblados de la región y empezaron a aparecer en los diarios similares anuncios con teléfonos a donde uno podía marcar para encontrar una voz amiga. La gente empezó a llamar y otra vez al comparar apuntes, los de una ciudad con otra, todos parecían haber hablado con el mismo sujeto.

El misterio del Señor Azul se hizo mayor cuando los anuncios empezaron a salir en varios países y en varios idiomas distintos, y otra vez, al hablar los de un país con el otro, todos acababan por decir que los había atendido la misma persona. No faltaron personas que quisieron satanizar al Señor Azul diciendo que un fenómeno así sólo podía ser obra del demonio y esperaban a los niños a la salida de las escuelas para decirles que no llamaran a la línea del Señor del Traje Azul, pues era un servidor de las tinieblas. Tampoco faltaron las señoras que se reunían en las tardes y jugar canasta y que estaban convencidas de que el Señor Azul era la reencarnación de Jesús de Nazaret o algo así. Cuando alguien le preguntaba al Señor Azul, si era un ángel, un santo , un dios o algo así, el se limitaba a contestar:

-Sólo soy un oído que escucha y una voz que comprende y consuela, ese es mi único poder y mi única magia, si es que así se le puede llamar.

Después de un par de décadas, el Señor del Traje Azul desapareció, tan sorpresivamente como había llegado, nadie supo de él en mucho tiempo hasta que un día...

...un día cualquiera, como cualquier otro, un joven muchacho cuyo nombre se ha perdido, por la única razón de que él mismo tampoco hizo por ser recordado dijo:

-El señor del Traje Azul le dio una gran lección a las generaciones de nuestros padres y abuelos, pero el mundo sigue necesitando al Señor del Traje Azul. Volvámoslo a la vida.

Y entonces, empezando con media docena de compañeros para ayudarlo, el joven volvió a poner en un pequeño diario el viejo anuncio



Si necesitas consuelo, si necesitas quien te escuche,
si necesitas consejo, llámame y yo te ayudaré sin
costo alguno.

El Señor del Traje Azul


Y así comenzaron a ayudar gente, y al cabo de algunos meses se les fueron uniendo más y más personas dispuestas a ayudar a aquel que lo necesitara. Pronto el Señor del Traje Azul comenzó a tener varios números de teléfono, y ahora a veces contestaba alguien con voz de hombre mayor, a veces de un hombre joven, a veces una voz cantarina de alguna adolescente, otras una mujer mayor y paciente, etc... Ahora el Señor tenía todos los tipos y timbres de voces posibles en el mundo.

Posteriormente la idea de revivir al Señor Azul pasó de un país a otro y más personas de más países empezaron a colocar anuncios en los distintos medios de comunicación, y cuando alguien le preguntaba al Señor del Traje Azul en turno quien era, el joven o la chica la teléfono contestaba:

- Soy todos y soy nadie. Sólo soy un oído que escucha y una voz que comprende, mi personalidad humana no tiene importancia.


Y así al cabo de una década, el Señor del Traje Azul tuvo docenas de líneas en todo el mundo hablando con todos los timbres de voz, en todos los idiomas y con todos los acentos conocidos. No faltaron en la travesía uno que otro vivo que intento cobrar por el servicio, pero su treta no funcionó, pues todos sabían que el Señor Azul nunca cobraría ni pediría cosa alguna a cambio de su ayuda.

Dicen algunos de los más viejos contándolo con lágrimas en los ojos, que habiendo llamado a la línea en los últimos años alguna vez todavía pudieron escuchar esa voz transparente y tranquila, sin saber si se trataba de un hombre maduro o un joven fingiendo la voz del primer Señor del Traje Azul, aquél que hubiese iniciado todo más de medio siglo atrás. Y una vieja anciana le cuenta a sus nietas de edad preescolar su propia versión del final la historia, en la que un espíritu sobrenatural le otorga al Señor del Traje Azul el manto dorado de la inmortalidad para poder continuar eternamente su trabajo de ser para todos los que lo necesiten, un oído que escucha y una voz que comprende.


DAVID ISRAEL RODRIGUEZ ZARATE

Texto agregado el 08-05-2005, y leído por 341 visitantes. (0 votos)


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