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-VIDAS-

Tengo delante múltiples ventanas, todas del mismo tamaño, simétricamente cortadas. Es un edificio de color ocre. Un rascacielos. Siempre he pensado que los que viven en los pisos mas altos, deben de sentirse pequeños e indefensos, por ello, buscan una prolongación hacía los cielos. En mi punto de mira, una ventana al azar. Me acerco. Ya estoy dentro. Es una habitación con cama doble, sin hacer. El suelo es de madera. Sus paredes, azul claro. Un espejo de hierro forjado, de pie, ovalado, refleja un retrato familiar. Se ve una mujer de pelo negro y sonrisa abierta abrazando a una niña, parece su hija, con ellas, un trineo y varios perros. Se puede percibir el frío del momento. En la mesilla, un paquete cuidadosamente envuelto. Hay una puerta cerrada. Entro. Es un aseo. Una toalla desdoblada de color naranja cuelga de la pica. Puedo oler en el ambiente los restos de perfume… ¿Azahar?. El recuerdo me marea, ¿o quizás es mi propio perfume?.
Hace tan solo un momento salí de esta habitación para reunirme con Zacarías. Me olvide de coger su regalo. De todas formas, no llegare…

Es otoño. Después de cuatro años de relación, Anna no esta conmigo. Recuerdo el día que nos conocimos. Teníamos un partido en otra ciudad, dada la distancia, preparamos una salida de fin de semana. Cuando la vi, estaba dentro del autocar. Me miro y sonrío. En aquellos días entrenaba el equipo de basquet donde jugaba su hija. Me acerque y me presente. Nos dimos la mano y me paso la electricidad, hice un ligero movimiento al apartarla secamente, y le pregunte si siempre era tan eléctricamente chispeante. Se sonrojo. Me explico que acumulaba electricidad estática. Al llegar nos acomodamos en las habitaciones. Mientras esperábamos para comer, se puso a tocar la guitarra. En la sobremesa, me explico que trabajaba adiestrando perros de los que tiran de trineos. No me cansaba de escucharla. Hacia mucho tiempo que una persona no llamaba tanto mi atención. Me hablaba y su mirada se clavaba en mis ojos, parecía que estuviera leyéndome el pensamiento. Tenía el pelo negro. Lo llevaba recogido en una trenza.
Después de esos días nuestros encuentros fueron expresamente preparados. No me atreví nunca, de contarle a mi mujer, que estaba teniendo un romance. Anna nunca me pidió nada, ni tan solo cuando tuvo el enfrentamiento con su hija.
Hace un mes, una amiga de mi mujer vio como nos despedíamos. Le falto el tiempo para contárselo. Decidimos separarnos.
Ayer quede con Anna. Era nuestro aniversario. De regalo, quería decirle que nunca más tendríamos que escondernos. Nunca llego.
Veo ese bello pelo negro, esa sonrisa abierta. Le han puesto su perfume; azahar. Siento esa mirada penetrante, a pesar de estar sus ojos cerrados…

Mi sobrina entro de golpe, tropezándose, cayendo en el sofá. Estaba sofocada, sus ojos parecían sanguinarios.
Su mandíbula estaba tensa, sus manos temblorosas. Estallo en sollozos...
Anna al oírla, se levanto de la cama y fue al comedor. Se sentó a su lado. Cuando la abrazo, su hija le dijo llorando, que la odiaba, la aparto, se levanto y se marcho.
Esa fue la ultima vez que mi hermana vio a su hija.
-Hace mucho tiempo que no veo a la niña, ¿Ha venido?
-Sí. Es la que esta apartada con gafas oscuras.

Era de un rubio casi blanco, su piel, especialmente sensible al sol. Siempre serio y muy tímido. Tenia pocos amigos. De familia humilde. Segundo de cinco hermanos. Por las noches, después del instituto iba a un descampado del barrio, allí jugaba a basquet. Lo había hecho siempre, desde que empezó la escuela básica. Iba con su hermano mayor. Yo los espiaba desde mi ventana.
Zacarías sabia que jugaba bien, sus colegas también. Siempre se lo sorteaban.
No era demasiado alto. Sus ojos, grandes, marrón verdoso. Tenia el pelo rizado, despeinado. Le cubría las orejas. No le gustaba llevarlo corto y retardaba sus idas a la barbería. Con sus largos brazos y manos grandes, al abrazarme, quedaba totalmente recogida. Nos casamos.
Él, tranquilo y sereno en su día a día sacaba en la cancha toda la rabia contenida, toda la energía acumulada.
Hace tiempo que no me ama. Se ha ido…

Pensar que tengo que subir tantos pisos me remueve por dentro. No me gustan las alturas. Se me hace extraño entrar en el piso sin su presencia, sin oler su perfume; azahar.
Una vez me dijo que le gustaría plantar un naranjo. La naranja era mi fruta preferida. Le pregunte, ¿mami, para qué tengamos naranjas?. “No mi niña, para recoger sus flores, y bañarnos en ellas”…
He salido al balcón, al pensar que después de un mes, quizás las plantas necesitarían agua… He visto un naranjo.
Al entrar en su habitación he hecho la cama y he cogido su pijama… Aún guarda su olor… ¿Azahar?

Texto agregado el 18-04-2005, y leído por 173 visitantes. (3 votos)


Lectores Opinan
13-05-2005 La primera estrofa tiene frases y metaforas muy inspiradas...... silpivipiapa
04-05-2005 Muy bueno, la historia de esas vidas entrecruzadas es fasinante y el aroma que recorre todo el cuento es genial. musquy
01-05-2005 Aún conservas el aroma de esa flor? me agradó. un beso** diandra
 
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